martes, 10 de diciembre de 2013

Cambia panorama arqueo-aborigen de Cuba

 Resultados del Censo y Atlas arqueológicos aborígenes de la República de Cuba amplía el número de yacimientos y organiza los descritos anteriormente.  

Por Flor de Paz
Imágenes: José Jiménez Santander, Instituto Cubano de Antropología.

El incremento del conocimiento sobre el poblamiento aborigen de Cuba es uno de los más importantes aportes del recién concluido Censo y Atlas arqueológicos de la Isla, un proyecto científico encabezado por el Instituto Cubano de Antropología (ICAN) que ha contado con la participación de numerosos colaboradores en todo el país y más de 50 autores, según fue dado a conocer en una reunión nacional de arqueólogos realizada recientemente en dicha institución perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
La investigación, que será actualizada periódicamente, ha dado respuesta a una necesidad recurrente en los ámbitos de la ciencia y la educación, entre otros que conforman el compuesto cultural de la nación cubana, dado el vacío existente hasta este momento en la organización de los yacimientos arqueológicos de la Isla.
El nuevo resultado, “que queremos poner al servicio de toda la comunidad científica y del pueblo de Cuba lo antes posible”, dijo José Jiménez Santander, investigador del departamento de arqueología del ICAN y jefe del citado proyecto, puede portarse en un archivo PDF de poco más de 70 megabits. Según el científico, de inmediato comenzarán las coordinaciones para hacerlo llegar al sistema educativo.
Entre los datos que proporciona el Censo y Atlas arqueológico, está la existencia en el país de 3268 sitios (1788 más que los registrados en compilaciones anteriores: 1970 y 1993), de los cuales 2334 pertenecen a comunidades pre-agroalfareras, 192 a proto-agricultoras, 617 a agricultoras y 90 sin filiación. Alrededor de otros 800 no han podido ser incluidos todavía porque no se cuenta con datos que corroboren su identidad.
Para compactar este conocimiento que se hallaba disperso, reconocerlo, validarlo y socializarlo, objetivo primordial de la citada investigación, los autores se enfrentaron a numerosas dificultades; entre ellas, la multiplicidad de errores presentes hasta ese momento en numerosas coordenadas de ubicación geográfica de los sitios conocidos, la existencia de algunos descubiertos y redescubiertos que aparecían con nombres diferentes, la incomunicación entre los investigadores de las diferentes zonas del país y los cambios deliberados de algunos nombres de los sitios por algunos autores de trabajos.
Otros problemas enfrentados a la hora de unificar los datos fueron la utilización de una amplia diversidad de vocablos vinculados a los nombres de los sitios (abrigo rocoso,  conchal, residuario, finca, loma, río, solapa, cueva, vega) y que la mayoría de los censos territoriales se habían realizado potenciando los hallazgos de materiales, sin tener en cuenta las  fuentes bibliográficas y documentales. Esas fueron las razones,  explicó Jiménez Santander, por la que tratamos de ir en todos los casos a las fuentes originarias y no a las compilaciones.


No obstante, los investigadores consiguieron arribar al resultado deseado consiguiendo que dicha obra trascienda a ámbitos sociales como el de la investigación, la conservación y la enseñanza. En relación al primero, el científico destacó la sistematización y generalización de un conocimiento que se hallaba muy aislado, la duplicación del universo conocido de sitios arqueológicos aborígenes de Cuba y la obtención de una sólida base nacional para la realización de estrategias investigativas.
En cuanto a la conservación, un objetivo de primer orden, Santander señaló que el Censo y Atlas arqueológicos aborígenes develaron un nuevo panorama del patrimonio cultural cubano y aportó elementos para la implementación de planes y estrategias de manejo. Asimismo, “es fuente propicia para que se establezca el vínculo necesario entre las instituciones científicas y las que provocan mayores impactos negativos sobre los yacimientos”.


A partir de la realización de dicho estudio, el escenario educativo nacional gana un potencial de información visual capaz de hacer más atractiva la enseñanza del patrimonio y de la historia en general. A la vez, facilita la comprensión sistémica del poblamiento aborigen de Cuba y sobre la magnitud de la presencia aborigen en Cuba.
El proyecto científico liderado por el ICAN también incluyó un inventario nacional de la existencia de colecciones arqueológicas aborígenes en el país y fuera de él, aunque estas requieren todavía de revisión. Otros resultados de dicho estudio fueron la agrupación en un registro documental de todas aquellas personas que han trabajado el tema de la arqueología aborigen en el país (a partir de una síntesis de su aporte al conocimiento) y la catalogación de la fauna presente en los sitios arqueológicos aborígenes.
Sobre la significación del Censo y Atlas arqueológicos aborígenes de la República de Cuba, Gerardo Izquierdo, director del ICAN, subrayó que sus antecedentes pueden hallarse en el pasado siglo con las acciones desarrolladas por la Junta Nacional de Arqueología y Etnología y en el trabajo de todos aquellos que hasta hoy han hecho aportes en este campo científico en la Isla.
Como resultado del encuentro, los autores tomaron un grupo de acuerdos encaminados a sistematizar el trabajo comenzado; entre ellos,  proponer a la dirección del ICAN mantener este proyecto investigativo de forma permanente. Otras propuestas, dirigidas al CITMA, son las de priorizar en el año 2014 las investigaciones arqueológicas del patrimonio aborigen en 27 municipios del país, así como priorizar los estudios de las colecciones arqueológicas aborígenes de los museos municipales y provinciales. Un elemento decisivo a tener en cuenta, según este equipo de investigadores, es crear mecanismos de coordinación nacional que faciliten el flujo de información entre los investigadores o estudiosos en todo el país.

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