miércoles, 20 de enero de 2010

Genes para la bondad


Sustentada en los más avanzados conocimientos, la ciencia de la evolución tiene cada vez más espacio en las aulas e instituciones científicas cubanas. Numerosas investigaciones biológicas toman como punto de partida este enfoque con el auxilio de las nuevas herramientas que ofrecen los avances tecnológicos más modernos. Para las ciencias sociales, tomar en cuenta la perspectiva evolutiva sigue siendo un reto.

Por Flor de Paz

Poco le habría costado al doctor Vicente Berovides Álvarez acompañar a Charles Darwin en la defensa de su famosa Teoría de la evolución de las especies. Convencido de la trascendencia del aporte darwiniano al conocimiento del origen de la vida, el experimentado profesor e investigador de la Universidad de La Habana acude al aula cada mañana en el afán de demostrar a sus discípulos la vigencia de los aportes del genio inglés y los nuevos conocimientos que ha traído consigo el desarrollo científico.

Los avances experimentados por la biología molecular desde fines del siglo XX han enriquecido sustancialmente la teoría de Darwin, asevera el investigador. “La secuenciación de genomas de bacterias, plantas y animales revelan matices del funcionamiento de los mecanismos evolutivos ignorados hasta hace muy poco”.

Uno de los estudios de este tipo que más llamó la atención del público fue la secuenciación del genoma del chimpancé. Descubrir que los humanos compartimos con el simio una parte importante de los genes, entre ellos los encargados de formar algunos órganos, resultó muy impresionante.

La diferencia entre ambas especies está en las secuencias de bases en esos genes que cambiaron mucho en los humanos, asegura el profesor Berovides. “Es decir, si en un segmento del ADN (material genético) de chimpancé ocurrieron cinco cambios en nosotros tuvieron lugar 20. Y esos genes controlan el cerebro, justamente la clave de la evolución humana.

Profesor y científico

La transformación de las especies y el proceso que da lugar a este cambio es la esencia de la Evolución, disciplina científica que hace algunos años se encargó de organizar el profesor Berovides para la enseñanza en la Facultad de Biología, de la Universidad de La Habana.

Aun imparte la asignatura y a la vez encabeza investigaciones y escribe libros. De la conjunción de su labor docente y científica nacieron textos como ¿Qué nos hace ser humanos? y Biología evolutiva, dedicados a la divulgación y a la docencia, respectivamente.

En el primero el autor analiza diez de los caracteres que nos singularizan como especie; entre ellos, la adquisición de un gran cerebro, el andar bípedo, el lenguaje simbólico, la cultura, la elaboración de herramientas y el consumo de carne.

Biología evolutiva es el resultado de estudios prácticos propios. En ese texto utiliza ejemplos cubanos, como el de las conocidas polímitas (poner nombre científico) y su proceso de transformación: mediante el clima, la selección natural modificó la composición genética de estos simbólicos caracoles de Cuba que se están extinguiendo.

Fiel a la investigación de especies nacionales y de la región caribeña Berovides Álvarez indaga en la actualidad acerca del Cobo (poner nombre científico). “En poblaciones de este molusco que son explotadas con fines comerciales buscamos qué grado de diversidad genética mantiene; si es baja sabemos que el grupo no será capaz de enfrentar la situación y desaparecerá.

“Hicimos un trabajo similar con el camarón y resultó positivo en cuanto a la conservación de poblaciones de esta especie en el país. Siempre que un animal es llevado a cultivo se adapta por selección natural y pierde variación genética, de modo que estas investigaciones son útiles para evaluar cómo el desarrollo económico impacta sobre el patrimonio genético de nuestra biodiversidad”.

Pero los estudios evolutivos abarcan mucho más y se imbrican asimismo dentro de otros de diverso carácter, como los denominados implícitos, explica el investigador. Un ejemplo es la reciente investigación realizada en Cuba sobre las mariposas y sus métodos de comunicación, en la que el autor demostró el cambio de función de un órgano del insecto que los especialistas consideraban atrofiado.

Sólo con las herramientas que ofrece el enfoque evolutivo puede llegarse a la interpretación de hechos similares, asegura el profesor Berovides. “El gran avance de la biología se logra precisamente al incorporar la idea de la evolución a la hora de descifrar fenómenos visibles en los organismos vivos. De lo contrario, puede caerse en explicaciones extracientíficas”.

El científico considera asimismo que psicólogos, sociólogos, médicos y sexólogos deberían aprender mucho más sobre evolución humana. “A veces no se llega al esclarecimiento sobre problemáticas relacionadas con estas especialidades debido a que muchos análisis carecen del enfoque evolutivo, como si el hombre solo fuera un animal civilizado y no hubiera experimentado un proceso de transformación que le tomó millones de años.

“El 99 por ciento de nuestra historia como especie transcurrió en comunidades primitivas de cazadores recolectores, por esa razón muchas enfermedades y conductas humanas pueden explicarse teniendo en cuenta el contexto evolutivo, además del medio en que se desarrolla en la actualidad”.

La singularidad de nuestra existencia

Como Darwin el profesor Vicente Berovides necesitó llegar al estudio teórico de la evolución humana, aun cuando no abandona sus investigaciones de campo la faunística de nuestra región geográfica. Lo singular de nuestro proceso de transformación conquistó como científico.

“Somos únicos en el universo. Y dudo mucho que un evento como el nuestro vuelva a ocurrir”, asegura.

Según el investigador, los escritores de ciencia ficción deben interesarse por esta ciencia, “pues insisten en la posibilidad de la existencia de inteligencia humana en otro planeta y desconocen lo extraordinario de la emergencia del género Homo y de los que les antecedieron. La evolución no humana es solo biológica, pero la nuestra va acoplada a la de la psiquis y la de la cultura, y esa peculiaridad no tiene antecedentes.

“Otro asunto es que seguimos evolucionando y lo haremos significativamente en el ámbito conductual. Nuestros caracteres morfológicos se mantendrán, pero algunos de los fisiológicos variarán, como por ejemplo la tolerancia a las enfermedades. Quizás de aquí a 500 años las poblaciones humanas se hayan liberado del SIDA, debido a la selección natural y a sus mecanismos adaptativos”.

-La evolución de la psiquis protagonizará en lo adelante nuestro proceso evolutivo, de tal modo que el engranaje del cerebro que controla nuestros instintos, en especial la corteza con respecto al hipotálamo, será más fuerte.

“En teoría seremos mucho mejores y numerosas lacras sociales disminuirán. Pero primero tendrá que cambiar la sociedad y la cultura para que esos genes buenos se seleccionen. Mientras en el mundo persista la violencia, y otros fenómenos de ese tipo, no existirá un ambiente favorable para que los genes que controlan los canales instintivos sean los elegidos.

Convencido de que esta es una de las grandes lecciones que nos dejan los conocimientos sobre evolución humana, el profesor Berovides reconoce como antecedentes de las conductas etológicas que aun mantenemos que en las sociedades primitivas el hombre formaba unidades de tres o cuatro centenas de individuos y que para ellos sus vecinos no eran humanos.

“Sus nombres implicaban su condición, y a la tribu vecina les ponían calificativos de animales, y como tal podían matarlo, fenómeno que aún persiste en algunas tribus. Y ese instinto de ser yo el que pertenezco a mi grupo y que el otro es distinto no lo hemos perdido todavía”, estima.

“En fin, que se habla mucho del mejoramiento genético de la especie humana, pero mientras padezcamos de tantas limitaciones en nuestro progreso sociocultural no vamos a lograr nada ¿Qué se resuelve si inyectamos genes de bondad a una persona que vive en una sociedad en la cual hay gente capaz de matar a quien quiere?”

Existe la tendencia –asegura- de responsabilizar solo a los genes con situaciones como la agresividad o el homosexualismo; sin embargo, el aspecto social tiene un rol protagónico en estos casos.

“Soy de los convencidos de que genoma y cultura interactúan de igual forma; o sea, la cultura influye al genoma del mismo modo que el genoma influye a la cultura”, concluyó el doctor Vicente Berovides Álvarez .

No hay comentarios: