lunes, 1 de marzo de 2010

Desde el plioceno a pie




Por Flor de Paz

Nuevos hallazgos en una homínida perteneciente a la especie Ardipithecus ramidus adelanta en más de un millón de años adquisiciones humanas como el bipedismo y arroja luces sobre establecidos paradigmas de la evolución humana

Ardi camina erguida. Anda sobre sus pies tras bajar de los árboles. Deambula como un Homo sapiens, pero la combinación anatómica de su antiquísimo esqueleto no es la de un humano, aunque tampoco la de un simio.
Pertenece al género Ardipithecus y a la especie ramidus; tiene largos brazos y piernas cortas. Como hábil trepadora de los bosques pliocénicos del noreste africano, se sirve de sus prolongados dedos para asirse a los troncos y tomar los frutos a su alcance.
Su estatura apenas excede un metro y pesa casi 50 kilogramos, mientras el tamaño de su cerebro es comparable con el de los chimpancés actuales, un quinto del humano, asegura el paleontólogo norteame¬ricano Tim White, de la Universidad de Berkeley, California, luego de 17 años dedicados a la reconstrucción y estudio de tan formidable estructura ósea.
La forma del pie, la mano, la pelvis y su modo de locomoción, todo parecía impresionar a White y a sus colegas en una de las más integrales investigaciones realizadas a un fósil de homínido.
Su presentación a la comunidad científica internacional conmocionó el universo mediático: el esqueleto de Ardi es el más completo que existe para esa cronología y ofrece novedosa información sobre adaptaciones humanas tan determinantes como el bipedismo.
África, nuestra cuna
En los predios inhóspitos del desier¬to etíope de Afar, territorio del Gran Valle del Rift africano, fueron descu¬biertos los restos de Ardi en 1994.
Decenas de huesos fósiles perte¬necientes a una hembra de Ardipi¬thecus ramidus fueron desenterrados de ese primate. “La nueva evidencia fósil invalida el concepto de que los chimpancés y los gorilas son nuestro último antepasado común”, advierte Tim White.
Antes de las conclusiones obtenidas del pesquizaje realizado sobre Ardi, los científicos consideraban que los primeros homínidos evolucionaron a la bipedación en las abiertas sábanas africanas, pero el equipo multinacional que encabeza White llegó a la certeza de que la homínida estudiada vivió en un medio arbóreo.
Nuevas pistas
Ni chimpancé ni humano: un mosai¬co evolutivo. Tal ha sido la definición que los investigadores han dado de Ardi ante la singular combinación de caracteres que reúne su esqueleto.
Pero más allá del análisis de su biología y el ambiente en que vivió, quedan abiertas nuevas pistas al co¬nocimiento de nuestros orígenes y a las claves de la naturaleza humana.
“Tiempo habrá de valorar con tran¬quilidad el estudio de Ardi y otros fósi¬les de la especie Ardipithecus ramidus”, dijo José María Bermúdez de Castro, codirector del Proyecto Atapuerca, al comentar la publicación realizada por el multiequipo de White.
“Estas investigaciones y sus resul¬tados tienen que ser asimilados por la comunidad científica y debatidos en el contexto de otros hallazgos de gran interés para comprender el ori¬gen de nuestra genealogía”, añadió Bermúdez de Castro, entusiasmado, aunque persuadido de que batir regis¬tros de antigüedad no es una carrera de tiempo. (Juventud Técnica, enero-febrero 2010)

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