sábado, 28 de agosto de 2010

Genialidad silenciosa



Casi nueve años han transcurrido desde la desaparición física de Manuel Rivero de la Calle, entre los más eminentes científicos de la ciencia contemporánea cubana. Sus aportes a la antropología y paleontología tienen alcance universal





Por Flor de Paz
El rostro afable, como detenido en la perdurabilidad del tiempo, revela aún esa mezcla de sencillez y tenacidad que caracterizaron al Doctor en Ciencias Naturales Manuel Fermín Rivero de la Calle, considerado el más íntegro antropólogo cubano, al haber sido capaz de abarcar, desde su persistente labor investigativa, diversos campos de esta ciencia.
Entre los más sobresalientes de América Latina y del mundo por el significado que para la humanidad tienen sus descubrimientos, este hombre de ciencias tuvo la capacidad de trabajar indistintamente la antropología del ser vivo y la del esqueleto, combinación poco frecuente entre especialistas consagrados a esta disciplina.
Así, durante toda su existencia, no puso límites dentro del ámbito de sus investigaciones continuas e inagotables. El antropólogo que era, casi por naturaleza propia, no bastaba a la insaciable búsqueda de conocimientos del experto, motivo que le hizo incursionar profundamente en la Paleontología y en la Arqueología. Así, fue capaz de acometer trabajos tan disímiles como la caracterización de la población cubana prehispánica y contemporánea; el descubrimiento cinco especies fósiles que se distinguen científicamente avaladas por su nombre -incluida una nueva de primates de las Antillas aparecida en Cuba- y el hallazgo de pictografías en cuevas de la Isla.
Como complemento indisoluble de su quehacer, esta intensa labor científica del doctor Rivero de la Calle siempre estuvo acompañada por la docencia. La vocación de enseñar le era innata y practicaba el magisterio no solo en las aulas, sino en cualquier momento y a quien lo solicitara.
Uno de sus más fieles discípulos, amigo y colega, el doctor en Ciencias Biológicas Antonio J. Martínez, actual director del Museo Antropológico Montané, evoca las virtudes de "uno de los escultores de su alma y de su trayectoria".
Testigo y heredero excepcional de la valía científica del prestigioso intelectual, el doctor Martínez considera como una de sus más altas responsabilidades saber aprovechar y aplicar de la manera más eficiente posible los conocimientos que adquirió al lado del doctor Rivero, así como ser capaz de trasmitirlos con la misma vehemencia que él lo hizo.
La población indígena cubana
Llegar a describir las particularidades físicas de la población prehispánica cubana es uno de los más importantes aportes del doctor Rivero.
Martínez refiere cómo un estudio completo de material óseo extraído de enterramientos pertenecientes a los grupos preagroalfareros (siboneyes) y a agroalfareros (taínos), le permitió llegar a esos resultados y a realizar, años después, una comparación morfológica entre la población indígena de nuestro país y las que habitaron en el resto de las Antillas.
"Posteriormente, el reconocido científico practicó similares estudios en restos óseos de la población cubana de principios y mediados del siglo XX.
"En ambos grupos indagó además sobre las patologías que con mayor frecuencia padecieron esos individuos. Asimismo, hizo diferenciaciones de acuerdo a particularidades genéticas y condiciones ambientales en que se desarrollaron, análisis que constituye una contribución indispensable a las actuales investigaciones que se realizan en el Museo Montané acerca del Genoma Humano y las llamadas razas.
Los resultados que suelen obtenerse de esas fuentes permiten contar con determinadas referencias del desarrollo físico del grupo analizado, de modo que el doctor Rivero marcó pautas de imprescindible consulta, a partir de las muestras de poblaciones cubanas investigadas. "O sea, que su obra no solamente trasciende a lo más clásico de la antropología, sino que llega a lo que llamamos la antropología molecular".
Igualmente, en el ámbito del trabajo osteológico, el renombrado experto -a través de sus tareas de identificación humana- hizo una notable contribución a la antropología forense, labor que fue reconocida en reiteradas ocasiones por el Instituto de Medicina Legal y por el Laboratorio Central de Criminalística.
Sin embargo, el individuo vivo no quedó fuera de la abarcadora sapiencia de este científico, y su Estudio preliminar del desarrollo físico de los niños preescolares de Ciudad de La Habana es uno de los primeros trabajos que se hicieron en Cuba sobre el tema en el último medio siglo, de manera que este también constituye un prominente punto de referencia para los investigadores.
Rescatar la historia
Las actas de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba, fundada a finales del siglo XIX, un documento de obligada consulta para todos los interesados en esta ciencia, fue rescatado y publicado por el doctor Rivero de la Calle.
"Realizó búsquedas sobre los orígenes de la antropología en el país. Estudió la vida y la obra de Luis Montané, de Felipe Poey y de especialistas extranjeros que trabajaron en este campo durante la época colonial cubana.
Según el entrevistado, Rivero de la Calle fue también un avezado indagador de la historia de Cuba, además de contar con una gran formación cultural. "Era un científico con el que podía hablarse de artes plásticas, literatura, música y, sobre todo, de la obra de José Martí, el apóstol, que era una de sus devociones".
Descendientes y arte rupestre
Aunque hasta mediados del pasado siglo se pensó que en Cuba no existían descendientes de nuestros indígenas, en determinado momento se demostró lo contrario y a finales de la década del 60 el doctor Rivero aborda un estudio sobre un reducido grupo poblacional, descendiente de la raza indoamericana, todavía presente en el municipio oriental de Yateras.
Una intensa labor de visita y exploración de cuevas realizó el doctor Rivero desde que en 1949 se vinculó al doctor Antonio Núñez Jiménez y a la Sociedad Espeleológica de Cuba. Hizo descubrimientos muy significativos para la arqueología cubana. En 1961, por ejemplo, reportó nuevas pictografías (dibujos en las cuevas) en cavernas como la de Ambrosio y Farallón de Puerto Francés, ubicadas en Varadero. Estableció así una estrecha relación entre la arqueología y la antropología física, pues en el mismo escenario en que hallaba los restos óseos indígenas, descubrió las pictografías, conjunto que brinda una información más completa acerca de la vida de nuestros hombres prehispánicos.

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