lunes, 5 de julio de 2010

Un giro de tuerca







La inteligencia, legado de las innumerables especies homínidas que nos precedieron, es nuestra más fabulosa herramienta y conquista: la tecnología magnifica capacidades, no las sustituye. (Imagen: Hombre mecánico, de Liliana Lima de Lázaro)

Por Flor de Paz

Somos seres tecnológicos. La capacidad para fabricar herramientas fue una de las principales adquisiciones en pos de alcanzar nuestra condición humana durante el proceso evolutivo.
Dos millones de años después de que los homínidos más antiguos fabricaran los primeros artefactos de piedra, el universo tecnológico creado por el Homo sapiens multiplica exponencialmente sus capacidades y ejerce una influencia determinante sobre mecanismos originarios de la vida.
Una nueva selección, la técnica o cultural, coexiste con aquella basada en la sobrevivencia y reproducción de los individuos más aptos. Y el acceso a los adelantos científicos (algo así como el fuego en el paleolítico), determinan, en buena medida, la prolongación de la existencia entre los menos favorecidos por sus genes.
El desarrollo de incontables equipos médicos destinados al diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, así como la acelerada diversificación de la industria farmacéutica, y de los conocimientos científicos en general, proporcionan a la humanidad herramientas capaces de transformar la naturaleza y de superar impensables escollos biológicos.
Pero, ¿cuándo el facultativo y sus prácticas clínicas deben de predominar sobre el uso (y abuso) de la tecnología per se? Y, ¿cuándo el tino no debe ser desechado en pro de un diagnóstico eficaz?
En cualquier caso, la responsabilidad nunca será suplantada por códigos o artefactos, a la postre frutos de la intervención humana. Ni la máquina más sofisticada sería capaz de sustituir al examen clínico o al diagnóstico presuntivo de un especialista, sobre todo si media la experiencia.
La inteligencia, legado de las innumerables especies homínidas que nos precedieron, es nuestra más fabulosa herramienta y conquista: la tecnología magnifica capacidades, no las sustituye.
Con todo, seguimos siendo vulnerables, aun cuando el desarrollo tecnológico se acerque cada vez más al universo de la ficción.
El sabernos portadores de un infinito conocimiento acumulado no debe alentar al uso inconsecuente de las herramientas creadas por nuestra especie, en aras, precisamente, del mejoramiento de la vida.
Agravia la evolución tecnológica el facultativo que falsea la valía de un fármaco. O aquel que por pereza o desidia acorta la duración de un tratamiento u oculta los probables caminos de una cura. Más que agravio es una estocada a la ética.
Solo la aspiración a una sociedad de pensamiento científico, basada en la lógica y la demostración, hará posible avanzar en el camino humano. Evolución tecnológica significa convertirnos en mejores usuarios, incluso, de nuestra propia inteligencia. Las máquinas resultan formidables, siempre y cuando usemos el cerebro. (Publicado en la revista Juventud Técnica, mayo-junio de 2010).

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