martes, 6 de mayo de 2008

Renombrar a nuestros aborígenes


Protoarcaicos y paleolíticos; arcaicos y cibones; protoagrícolas y taínos, son denominaciones que históricamente han enmarcado a los aborígenes cubanos. Una nueva propuesta de nomenclatura para los grupos originarios de Cuba es sometida a debate entre los científicos del país. Junto a ella, la presentación de un texto explicativo acerca de los primeros 6000 años de desenvolvimiento humano en la Isla. (Ilustración: José Martínez)

Por Flor de Paz

La historia de Cuba comenzó hace al menos seis milenios -o antes- cuando navegantes de embarcaciones movidas por remos arribaron a la Isla, procedentes del norte o del sur del continente americano.

La mayor de las Antillas, recibía probablemente por aquella época a los primeros seres humanos que pisarían sus tierras. La exploración de nuevos territorios en busca de otras fuentes de recursos naturales promovía la migración, igual que ocurrió en toda la historia de la evolución humana.

Como testimonio de aquellas estadías originarias, llegan hasta nuestros días algunas pruebas materiales; entre ellas, restos humanos, de animales y herramientas. Interpretarlos, para acercarse al conocimiento de nuestra más larga etapa histórica (alrededor de 6000 años antes del presente), conforma el quehacer de la arqueología aborigen.

Esta ciencia no solo centra su mirad en el objeto tangible, concentrado en un resto óseo o lítico, sino que también encamina sus perfiles al ente biológico y social al que perteneció esa materia, y mucho más: indaga sobre el proceso de formación y desarrollo de aquellas primeras comunidades.

El resultado de esas investigaciones debe llegar pronto a la sociedad: destinataria fundamental de cualquier avance científico; pero, en ocasiones, diversas circunstancias conspiran contra este fin; entre ellas, la complejidad del lenguaje especializado, capaz de hacer ilegible el mensaje al más perspicaz de los receptores no expertos.

Tal es el caso de las denominaciones utilizadas hasta ahora para clasificar a los primeros habitantes de la Isla. La diversidad de nombres, solo “traducibles” por expertos, impiden la comprensión. Para solucionar esa dificultad y, asimismo, trasmitir a la sociedad los nuevos avances de esta disciplina en el país, investigadores del Instituto Cubano de Antropología, del Ministerio de Ciencia, tecnología y Medio Ambiente, proponen una nueva periodización y nomenclatura para los grupos aborígenes de Cuba.

“La idea es contar con una clasificación que esté basada en etapas históricas y no en actividades económicas, aspectos sociales o etnológicos”, subraya Ulises González Herrera, jefe del departamento de Arqueología de la mencionada institución y participante en la nueva propuesta.

“Hemos definido dos etapas: la Sociedad de Apropiadores pretribales y la de Productores tribales. En el primera contextualizamos al hombre temprano (más de 3000 años antes del presente, A.P.) al medio (de entre 3500 años A.P.hasta el siglo XVI de nuestra era) y al tardío (de alrededor de 2000 años A.P. y hasta el siglo XVI de nuestra era). La segunda, con un solo período, abarca desde unos 1500 años A.P. hasta los primeros siglos coloniales.

Según explica el investigador, la propuesta de nueva periodización y nomenclatura de los aborígenes cubanos se sustenta en tres factores: el concepto filosófico de Formación Económico Social, en similitudes de los grupos humanos que vivieron en los dos períodos y en el registro arqueológico.

“Nos basamos en la organización social, indicador que describe el desarrollo esencial de estas sociedades en un momento dado”, añade.

Las relaciones de propiedad en ambos períodos son comunitarias, pero en la Sociedad productora tribal tienen establecida la propiedad sobre el territorio que habitan –aclara González Herrera. “Esto determina que las relaciones sociales de producción sean muy diferentes en una y en la otra. “El período más confuso y menos estudiado es el de transculturación, en el se funden biológica y culturalmente ambas sociedades comunitarias. Esa es la imagen que ven los cronistas cuando llegan a Cuba y a las Antillas”, argumenta el investigador.

Las denominaciones generan identidad

El estudio de una ciencia impone clasificaciones y estas deben ser comprensibles para las personas en general, especialmente cuando se trata de conocimientos históricos, debido a su incidencia social y a que generan identidad, no son simples nombres.

“Las denominaciones que se utilizan actualmente son disímiles. El receptor no especializado desconoce qué aborígenes son clasificados como siboney, guayabo blanco o cayo redondo, protoarcaico o arcaico. El exceso de nombres provoca un rechazo al tema”, refiere José Jiménez Santander, director del Museo de Historia Natural de Santiago de Cuba, otro de los participantes en el proyecto sobre las nuevas nomenclaturas.

“No se trata de criticar a los autores que establecieron esas clasificaciones; ellos hicieron lo que correspondió en su momento. Pero la ciencia avanza y los conceptos se modifican. Nuestro objetivo es tratar de lograr un consenso nacional, para que todos utilicemos la misma nomenclatura y así facilitar el nivel de comprensión sobre esta temática. Hemos trasmitido esta propuesta a todas las instituciones relacionadas con la arqueología en nuestro país”, aclara.

Para el Doctor Enrique Alonso Alonso, investigador del Instituto Cubano de Antropología y uno de los principales impulsores del nuevo proyecto, “también es importante organizar una nueva nomenclatura porque las cartillas que recogen los datos de las excavaciones, las discusiones teóricas y la historia que se escribe, se hace basado en diferentes clasificaciones.

“Pienso que todos los científicos estamos preparados para aplicar una nueva nomenclatura y que la sociedad cubana está necesitada de que se produzca este acuerdo entre nosotros”, opina el investigador.

La primera parte de la historia de Cuba

Explicar cómo fue la vida de los primeros habitantes de Cuba es lo más importante. “Hay muchos errores en la comprensión de esa parte de nuestra historia”, subraya el Doctor Alonso.

“Es necesario que pueda comprenderse el papel que jugaron aquellas poblaciones, que habitaron la Isla durante miles de años antes de la conquista hispánica, en el devenir de nuestra nación. Desde que Colón llegó a Las Américas hasta la actualidad solo han transcurrido algo más de 600 años”.

“Queremos promover un paso de avance en ese sentido y, además, puntualizar bien lo que no está totalmente demostrado, para que las investigaciones futuras puedan encaminarse a resolver los problemas e incógnitas que todavía persisten.

“Hemos escrito una versión de la historia de los aborígenes de Cuba, organizada de acuerdo con la nueva clasificación. Abarca los 6000 años iniciales de presencia humana en la Isla y explica cómo era la vida de los aborígenes que vivieron en la Sociedad de apropiadores pretribales y tribales.

“Hablamos de cómo era su economía, organización social, costumbres y relaciones con la naturaleza. Nuestra idea es que este se convierta en un manual de consulta para todos los educadores, no en un libro de texto”, concluyó el científico.


Nomenclaturas

vigentes

Nueva propuesta de

nomenclatura

Definición de períodos

Nueva nominación de períodos

Rasgos importantes


-Protoarcaico

-Paleolítico

Apropiadores

tempranos

Más de 3000 años antes del presente (A.P.)

Sociedad pretribal

Arribo del hombre a Cuba


-Arcaico

-Ciboney (aspecto guayabo blanco y cayo redondo)

-Comunidades con tradiciones mesolíticas

Apropiadores

medios

A partir de 3500 A.P. hasta el siglo XVI de nuestra era

Sociedad pretribal

Arribo de lascomunidades especializadas en la tecnología de la concha


Protoagrícola

Apropiadores

tardíos

Alrededor de 2000 años A.P. y hasta el siglo XVI de nuestra era

Sociedad

pretribal

Desarrollo de la agricultura y de las relaciones sociales

(son los que aparecen reflejados en las descripciones de las Crónicas de Indias).


Taíno

Productor

tribal

A partir de unos 1500 años A.P. hasta el siglo XVIII o más

Sociedad

Tribal

Agricultura productiva y cerámica


viernes, 2 de mayo de 2008

“Todavía no somos humanos”



Afirma Eudald Carbonell, codirector del Proyecto Atapuerca, uno de los más representativos grupos del mundo dedicado a la búsqueda de evidencias arqueológicas del Pleistoceno y al estudio de la evolución humana

Por Flor de Paz
Foto: Jordi Mestre

Cuenta Eudald Carbonell que de niño, cuando disfrutaba los calurosos veranos en Santa María de Besora, un pueblecito de la provincia de Barcelona, le entretenía recoger fósiles en el campo. Con apenas cinco años, cada día volvía a la casa de sus abuelos con los bolsillos del pantalón repletos de animales prehistóricos fosilizados.

El propio día en que lo conocí, en su atiborrada oficina de la Universidad de Tarragona, en España, supe cómo durante los diez años previos a su ingreso en los estudios superiores, realizaba ya excavaciones arqueológicas. Descubrí también que apenas es posible sacar de este hombre unas pocas palabras sobre sí mismo. El sentido de su vida y el tema de sus conversaciones es la evolución humana.

Convertido en un investigador tenaz, ha explorado a lo largo de tres décadas cada palmo de la Sierra de Atapuerca, en una aventura científica que le ha permitido explicar la presencia humana en Europa durante el último millón de años y describir la especie de homínido más antigua de ese continente: el Homo antecessor.

En cada rincón de la prometedora montaña están las huellas de su voluntad y su saber. Sucesivas campañas de excavaciones han permitido a Eudald, y al equipo de investigaciones de Atapuerca, revelar el estimable potencial en cuanto al patrimonio fósil que guarda este yacimiento en sus entrañas.

La evolución humana no es un proceso lineal en el que una especie sucedió a la otra, comenta el notable profesor con la pasión de un escolar dibujada en su rostro. “Más bien se concibe como árbol, con su tronco y sus ramificaciones. Ya lo había dicho Darwin. Así emergió el género Homo y sus especies hace 2,9 millones de años. De ese macizo solo queda una pequeña hoja: el Homo Sapiens.

“Nuestro origen está en África. Evolucionamos durante tres millones de años a través de distintas especies. Después, nos esparcimos por otras regiones.

“En Europa, por ejemplo, existió el Neandertal, que vivió en este continente y en el oeste de Asia unos 300 mil años y desapareció hace unos 24 mil. No sabemos exactamente cuáles fueron los factores de su desvanecimiento. Algunos colegas plantean que se debió a la llegada del Homo sapiens a Europa, entre 40 y 50 mil años; otros creen que la causa de su extinción fue un cambio climático. Hay quienes pensamos, además, que las cuestiones genéticas fueron muy importantes en la desaparición de esta especie”.

Siguiendo los atajos de la evolución humana, el también catedrático de Prehistoria de la Universidad Rovira y Virgili, de Tarragona, explica que antes de los neandertales Europa fue habitada por el Homo heidelbergensis (ampliamente representado en Atapuerca). “Al mismo tiempo en Asia vivió el Homo erectus. Este último también desapareció cuando el Homo Sapiens entró en esas latitudes.

“El predecesor de heidelbergensis fue el Homo antecessor. Lo descubrimos en Atapuerca”, asegura Eudald con la naturalidad de un hombre que se siente hacedor del más común de los oficios.

“Han pasado diez años desde que la revista Science publicara nuestra propuesta de una nueva especie para el género Homo y hasta ahora ningún científico ha ofrecido datos que refuten esa definición. Por el contrario, los numerosos restos fósiles hallados sistemáticamente durante los últimos años en el nivel seis del yacimiento de la Gran Dolina (donde vivió este homínido en Atapuerca) han ido esclareciendo cada vez mejor sus características, entre las que sobresale la práctica del canibalismo como una costumbre cultural. Su procedencia, africana o asiática, es todavía un tema en discusión”.

En orden regresivo –señala el Doctor Carbonell Roura- tenemos a la especie africana Homo ergaster, que emergió hace 1,8 millones de años; antes existieron Homo rudolfensis y Homo habilis. Esta última es considerada por algunos paleontólogos como un Australopitecus y no un Homo.

“Por lo tanto, entre dos y tres millones de años atrás existieron en África tres grandes géneros: Homo, Australopithecus y Parántropos”.

Firme defensor de que el conocimiento sobre la evolución humana es determinante en la forma de ser y pensar del Homo sapiens, Eudald asegura que solo es posible enfrentar el serio peligro que corre nuestro planeta si cada vez más logramos transformar el conocimiento en pensamiento.

Así, concede singular importancia a la divulgación de los resultados investigativos, “pues es responsabilidad de los científicos, que después de publicar artículos en medios especializados de impacto y en libros, revistas y periódicos de todo tipo, pasemos a la divulgación directa de nuestras ideas”.

“Hominización no es humanización”

A la vez que investiga, publica e imparte clases en la Universidad Rovira y Virgili, Eudald Carbonell, con su plenitud de 54 años, encabeza el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES) y codirige el Proyecto Atapuerca.

Capaz de dedicar tiempo suficiente al diálogo, aún en medio de su agitado quehacer profesional, le escucho reflexionar antes de entrar a una de sus conferencias.

“Soy consciente de que somos el producto de una serie de adquisiciones socializadas que han aportado energía suficiente a nuestro género para convertirnos en Homo sapiens. Pero la búsqueda que hago del pasado me ha conducido a tener un interés obsesivo por el futuro, porque quiénes somos posiblemente continúe siendo la pregunta más difícil de contestar.

“El cerebro se nos ha hecho grande y más complejo; ha habido una progresiva encefalización de nuestra capacidad de transformar y el entorno nos ha transformado. La ciencia y la tecnología finalmente han pasado a ocupar un espacio preponderante en nuestra organización social, a consecuencia de la evolución integrada, y por lo tanto, del proyecto de hominización y humanización.

“Gracias a la ciencia y a su aplicación –señala- podemos modificar los mecanismos naturales y adaptarlos a la necesidad de obtener energía, y esta, a la vez, la usamos para conocer nuestra composición biológica y para saber cómo se produce el desarrollo cultural”.

Con audacia y picardía distintivas me regala al final de nuestro diálogo una sentencia premonitoria. “Nos encontramos inmersos en una dinámica de rápido crecimiento de las relaciones de producción, pero aún así, todavía no somos capaces de transferir toda la energía obtenida a todas las partes del sistema. Esto quiere decir que, desde mi perspectiva, todavía no somos humanos”. (Publicado en la revista Juventud Técnica, noviembre-diciembre de 2007)



jueves, 1 de mayo de 2008

El primer europeo sigue estando en Atapuerca



Una mandíbula de 1,2 millones de años descubierta en la sierra burgalesa reafirma la más temprana presencia humana en Europa occidental, según publica la revista científica Nature

Por Flor de Paz. Foto: Jordi Mestre

El descubrimiento de los restos humanos más antiguos de Europa: una mandíbula con varios dientes, datada en 1,2 millones de años y hallada en junio pasado en la Sierra de Atapuerca, España, fue dado a conocer esta semana por la revista Nature, que destaca el hecho en su portada con la imagen del antiquísimo fósil.

Este hallazgo de trascendencia mundial fue realizado por el Equipo Investigador del conocido sitio arqueológico, que dirigen los científicos Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell. Su localización se enmarca en el nivel nueve (TE9) del yacimiento Sima del Elefante, apenas a 200 metros de la Gran Dolina, donde en 1994 habían aparecido los primeros fósiles de Homo antecessor.

Los argumentos que demuestran la antigüedad de la mandíbula de Sima del Elefante se basan en elementos presentes en el propio fósil y en datos geológicos, geocronológicos y biocronológicos.

Este resto óseo humano consiste sobre todo en la sínfisis, región anterior de la mandíbula que conserva in situ algunos dientes. La morfología de la cara anterior de la sínfisis es primitiva y recuerda a la de fósiles africanos del Pleistoceno Inferior atribuidos a Homo habilis y Homo rudolfensis.

El espécimen de la Sima del Elefante tiene muchas similitudes con las mandíbulas encontradas en el yacimiento de Dmanisi (República de Georgia) que datan de 1.700.000 años; pero la cara posterior de la sínfisis tiene un aspecto más derivado, que recuerda al de ciertas mandíbulas de yacimientos de Asia.

“Provisionalmente, hemos asignado esta mandíbula a la especie Homo antecessor”, señala una comunicación de la Fundación Atapuerca.

El estudio de paleomagnetismo de los niveles inferiores de la Sima del Elefante (desde el siete hasta el 16) revela asimismo que estos se depositaron durante el pleistoceno inferior, hace entre 780 mil y 1 780 000 años.

Los fósiles de mamíferos asociados a la mandíbula humana encontrada y a los utensilios de silex, en particular un mustélido ( Pannonictis nestii); un múrido (género Castillomys), así como otras especies de roedores, indican una antigüedad para el nivel nueve de Sima del Elefante de hasta un millón 400 mil años.

Las herramientas de sílex, hasta un total de 32 piezas, fueron probablemente elaboradas a partir de nódulos de sílex del Neógeno y Cretácico, que se localizan en un radio menor a dos kilómetros en torno a este lugar. Su técnica de producción es muy sencilla y su objetivo era obtener lascas simples de entre 30 y 75 milímetros de longitud. Con la utilización de ellas, estos homínidos aprovecharon la carne de algunos grandes herbívoros, como muestran las marcas que los útiles líticos dejaron sobre algunos huesos.

“La trascendencia de este descubrimiento, radica en que el nuevo fósil apareció en un nivel donde anteriormente se había reportado la presencia de industria lítica y fauna, algunos de cuyos huesos presentaban marcas de corte, elementos ya de por sí demostrativos de la presencia de actividad humana. Sima del Elefante es el único yacimiento de Europa datado en esa edad, en el cual han aparecido restos de homínido”, señala la Doctora Marina Mosquera, una de las autoras del artículo de Nature.

Un origen asiático

La asociación de la mandíbula de la Sima del Elefante a la especie Homo antecessor cambia algunas concepciones iniciales sobre el origen africano de este homínido. Si antecessor estuvo presente en dos sitios de la sierra burgalesa, Gran Dolina (800 mil años) y Sima del Elefante (1,2 millones de años), y los homínidos de Dmanisi, en Georgia, están datados en 1,8 millones de años, la hipótesis de una procedencia asiática toma ahora mucho más fuerza. Por otra parte, en África aún no ha sido descubierto ningún resto que pueda asociarse claramente a Homo antecessor.

“Es probable que la primera población europea proceda de la región del Próximo Oriente, verdadero cruce de caminos entre África y Eurasia, y que estuviera relacionada con la primera expansión demográfica fuera de África, en la actualidad representada por los homínidos de Dmanisi.

Todas las evidencias sugieren un evento de especiación en el extremo más occidental de Eurasia, que habría originado el linaje humano caracterizado en la actualidad por los fósiles del nivel TD6 de Gran Dolina y este nuevo fósil de la Sima del Elefante”, señala el comunicado.

El doctor Eudald Carbonell, reflexiona sobre la significación del nuevo hallazgo

Por segunda vez el equipo de Atapuerca ocupa una portada de la prestigiosa revista Nature. La primera fue en el año 1993, cuando descubrimos en la Sima de los Huesos los cráneos de Homo heildebergensis, de cerca de medio millón de años de antigüedad. Ahora, en 2008, tenemos de nuevo un artículo y la portada en Nature, con motivo del descubrimiento de una mandíbula humana en otro yacimiento de la Sierra de Atapuerca, la Sima del Elefante.

Para nuestro equipo, ser portada dos veces con el mismo complejo de yacimientos significa la consolidación de los estudios de la prehistoria y la paleontología en España. Gracias a estos y otros importantes descubrimientos, nuestro país empieza liderar estas ramas del saber, y se han podido consolidar equipos de científicos que no paran de crecer y producir científicamente.

El resto fósil de la Sima del Elefante, en la Trinchera del Ferrocarril de Atapuerca, es la prueba más antigua que conocemos del poblamiento humano en la Europa estricta. Todos los científicos que trabajamos en evolución presuponíamos que la ocupación de Europa por parte de los homínidos podía ser más temprana, pero se tenía que disponer de evidencias empíricas.

Ahora ya disponemos de estas pruebas: el propio fragmento de mandíbula con varios dientes, y, directamente asociado a éste, un contexto arqueológico compuesto por herramientas de piedra y huesos de grandes mamíferos con marcas de haber sido procesados por estos homínidos con fines alimentarios. Además, todo este conjunto cuenta con una datación muy fiable, obtenida por diversos métodos, y que arroja una edad de entre 1,1 y 1,2 millones de años.

El descubrimiento de este fósil humano se adscribe a la especie Homo antecesor, que fue definida en el nivel TD6 de otro yacimiento de la Sierra de Atapuerca, Gran Dolina, y publicado en la revista Science.

En definitiva, pues, el nuevo descubrimiento en la Sima del Elefante vuelve a poner en la primera línea del escaparate científico internacional el tema de la Evolución Humana, así como la importancia de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca en este ámbito. (Publicado en el periódico ORBE, Prensa Latina, marzo de 2008)

Venimos de África por partida triple







Por Flor de Paz

El por qué de la primera salida homínida fuera de África, el continente originario de la mayoría de nuestros antecesores, es todavía un tema polémico entre los científicos que se dedican al estudio de la evolución humana. Numerosas hipótesis han tratado de explicar este acontecimiento, que marcó importantes pautas en el devenir del género Homo.

Una de las explicaciones más recientes se fundamenta en los hallazgos de numerosos restos humanos de 1,8 millones de años (m.a.) en los yacimientos georgianos de Dmanisi y en una crisis climática ocurrida en África en esa misma etapa cronológica.

En el conocido asentamiento euroasiático ya había sido descrito anteriormente la especie Homo georgicus. Su descubrimiento testimonió que los humanos habían llegado a esta región del mundo mucho antes de lo que se pensaba hasta ese momento. Pero a los numerosos restos humanos obtenidos en Dmanisi, se suma ahora un esqueleto postcraneal o del cuerpo, que proporciona nuevos e importantes datos sobre la evolución de nuestro género, por su proximidad temporal y física a los fósiles del registro arqueológico africano.

Con los hallazgos de Dmanisi se han transformado todas las concepciones que se tenían sobre el momento en que los homínidos llegaron a Eurasia, sus características físicas y desarrollo tecnológico, aun cuando apenas se ha excavado el cinco por ciento de estos yacimientos.

Además de la presencia de Homo georgicus en la región caucásica, los científicos involucrados en el proyecto georgiano han podido elaborar una respuesta para explicar el por qué estos homínidos necesitaron salir de su entorno originario y migrar hacia regiones antes inexploradas por ningún miembro del género Homo, ni de sus antecesores Australopithecus y Parántropos.

“Cada vez más se impone la idea de que no solo la primera dispersión fuera de África, sino todas las migraciones humanas hasta tiempos relativamente recientes y durante el largo proceso de la evolución (más de cinco millones de años), son consecuencia de los cambios climáticos. Los homínidos siempre fueron objeto de esas variaciones y solo muy recientemente ocurre lo contrario”, explica el Profesor Jordi Agustí, del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), de Tarragona, España.

El Homo sapiens actual –señala- provoca las alteraciones que se producen en el clima, pero hasta hace muy poco, en términos evolutivos, los seres humanos siempre fuimos una consecuencia del cambio climático.

Dmanisi: a las puertas de Eurasia

El Cáucaso constituye –aún en la actualidad- una zona de características excepcionales. Al sur de esta gran cadena montañosa se concentra uno de los últimos refugios de la vegetación subtropical que durante el Mioceno y el Plioceno cubrió buena parte de Europa. Ello es consecuencia de las particulares condiciones climáticas que se dan en este territorio, bordeado por los mares Caspio y Negro. Asimismo, la muralla caucásica constituye una barrera eficaz frente a los fríos y secos vientos del norte. Estas favorables condiciones se encontraban todavía más acentuadas a principios del Pleistoceno, cuando un brazo de aguas someras conectaba a los mencionados mares con el norte del Cáucaso y la región aparecía como una amplia península que comunicaba con la zona del Próximo Oriente, a través de la región de Dmanisi.

“Por allí podrían haber dirigido sus pasos, hace 1,8 millones de años, arcaicas poblaciones de homínidos que vivían en el extremo septentrional del Ritf africano, para poder perpetuar su modo de vida en los bosques”, explica el Profesor Jordi Agustí.

“Estos primeros homínidos que salieron de África, a diferencia de lo que se pensaba hasta hace muy poco, eran muy arcaicos y estaban vinculados a un hábitat de bosques, no de sabanas; dato que puede explicar la presencia de individuos tan antiguos (1,8 millones de años) en el extraordinario yacimiento de Dmanisi. Ese es un punto de vista que comparto con David Lordkipanidze”, agrega.

Según la concepción predominante hasta ahora, la primera migración humana fuera de África había sido relacionada con la aparición de los avanzados Homo ergaster (de entre 1,8 y 1,4 millones de años de antigüedad y una capacidad craneal de 800 y 950 centímetros cúbicos). Las innovaciones anatómicas y tecnológicas de esta especie permitieron que se elaborara un escenario en el que la primera colonización humana en Eurasia apareciera asociada a un significativo aumento de la capacidad craneal y al desarrollo de nuevas facultades locomotoras.

Sin embargo, los hallazgos de Dmanisi refutan esa hipótesis: los humanos que llegaron a la región caucásica tenían entre 600 y 750 centímetros cúbicos de capacidad cerebral y características anatómicas diferentes a las de Homo ergaster.

Las extremidades inferiores de Homo georgicus se asemejan mucho a las humanas (lo cual incide en sus características locomotoras) - subraya el Profesor David Lordkipanidze -, pero las superiores son más primitivas.

“Practicó la tecnología lítica denominada Modo I u Olduvayense (fabricó herramientas muy simples como lascas de piedra sin retocar o cantos tallados). Era carroñero y jugó un papel muy importante en los ecosistemas que habitó al entrar en competencia con otros depredadores.

“Los restos encontrados en el yacimiento de Dmanisi demuestran que la primera salida de los homínidos de África estuvo protagonizada por especies más arcaicas que el Homo ergaster y más próximas al Homo habilis (2,3-1,3 m.a.).

El profesor Jordi Agustí considera por su parte extraordinaria la importancia de los yacimientos de Dmanisi: “No solo por lo que puede aportar en el futuro; ahora mismo, a partir de los hallazgos del esqueleto postcraneal, recientemente publicado en la revista Nature, este yacimiento nos ofrece información acerca de cómo eran las primeras formas de nuestro género en África. Son datos mucho más fiables de los que existen en ese continente, porque allí el registro es muy discontinuo y los restos han sido reconstruidos a partir de miles de fragmentos.

“La conservación de los restos homínidos de Dmanisi es extraordinaria. Por tanto, este yacimiento no solo va a proporcionar las claves de la primera salida de África sino también las del origen del género Homo en el continente africano”.


-La forma de vivir en África que tenían los homínidos antes de emigrar a Asia varía mucho con respecto a la que después practicaron en Dmanisi?

-Probablemente no era muy diferente. Homo georgicus tenía un cerebro un poco mayor que un Australopithecus (uno de los géneros que antecedió a Homo). Por tanto, necesitaban un aporte de proteínas que no sacaban de la caza, porque eran más presas que depredadores; el alimento lo obtenían como carroñeros y también de la médula de los huesos que rompían con sus útiles. Esta forma de vida no varía mucho en relación con la que tenían en el este africano.

- Por eso usted piensa que en ese momento los homínidos formaban parte de todo el sistema ecológico?

-Sí. Nuestra historia es la historia de la independización del medio. Primero, como presas, formamos parte básica de la pirámide ecológica; luego, cuando nos convertimos en cazadores, en depredadores, nos situamos en la cúspide de ese sistema.

“A partir del neolítico, nos apartamos de la pirámide ecológica. Y en lugar de estar influidos por el medio natural, empezamos a cambiarlo a nuestro favor, con las consecuencias que sufrimos actualmente.

- Los restos humanos pleistocénicos de Dmanisi (1,8 m.a) y de Atapuerca, y específicamente, los de la Sima del Elefante (1,2 m.a.), del propio complejo arqueológico burgalés ¿tienen alguna relación?

-Es muy interesante que en Europa Occidental aparezcan ahora restos de homínidos próximos a la edad de los de Dmanisi. Ya sabíamos de la existencia de industrias líticas con una cronología cercana al yacimiento georgiano. En Europa está presentes, por ejemplo, en Orce, Granada, y en la propia Atapuerca. Pero no teníamos testimonio físico de los homínidos que fabricaron esas herramientas de piedra; no teníamos forma de investigar cómo eran aquellos seres humanos.

“El nuevo hallazgo de un molar de homínido de 1,2 millones de años, en la Sima del Elefante, Atapuerca, proporcionará las primeras claves para obtener esa información, y también para saber si se trata de una segunda migración o de un desplazamiento directo de los seres humanos de Dmanisi hasta la Península Ibérica”, agrega el Profesor Agustí.

-Entonces, de una manera u otra todos venimos de África?

- Todas las evidencias apuntan a que venimos de África por partida triple, porque probablemente hay varias migraciones fuera del continente africano y la que originó al Homo sapiens es la última. Eso no quiere decir que cada vez se vea más claro que no solo fue un viaje de ida, sino también de vuelta. Los homínidos viajaron de África a Asia y viceversa, y de Asia a Europa. La historia parece ser más complicada de lo que imaginábamos hasta hace algunos años.

“En el transcurso de solo una década nuestro panorama de esta parte de la evolución humana ha cambiado extraordinariamente, en relación con la primera salida de África y el conocimiento de lo ocurrido en los últimos dos millones de años. Nuestro punto de vista se ha enriquecido de manera considerable, gracias a sorpresas como las que nos ha ofrecido Dmanisi”, concluyó el investigador.

COLABORACIÓN CIENTÍFICA

David Lordkipanidze es el responsable de las investigaciones y excavaciones del yacimiento del Pleistoceno inferior de Dmanisi. Su equipo de trabajo mantiene una estrecha colaboración científica con el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), y también con el Proyecto Atapuerca.

El profesor Lordkipanidze también es Director del Museo Estatal de Georgia (Tiblisi) y del Departamento de Geología y Paleontología del Georgian Center for Prehistoric Research. Es profesor visitante de varias universidades, como la de París y Harvard. Tiene más de 60 publicaciones científicas en revistas como Science, Nature, Quaternaire y L´Anthropologie. Ha participado y dirigido numerosos proyectos de investigación. Recientemente fue nombrado miembro de la National Academy of Sciences de Estados Unidos.

Jordi Agustí forma parte del equipo internacional que participa en el proyecto arqueológico georgiano. Es profesor de Investigación en el Instituto de Paleoecología Humana de la Universidad de Rovira y Virgili, en Tarragona, y miembro de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona. Como paleontólogo su actividad científica se ha centrado en la paleobiología de los macromamíferos fósiles. Ha publicado más de 200 artículos en revistas científicas de ámbito internacional y dirigido diversos proyectos de investigación en Europa sobre la evolución de los ecosistemas terrestres durante el Neógeno y el Cuaternario. (Publicado en el periódico Juventud Rebelde, marzo de 2008)