sábado, 7 de febrero de 2009

Registro rupestre. Más allá del arte
















Concluye Grupo Cubano de Investigaciones de Arte rupestre mapa que atesora inmensa información sobre esta riqueza arqueológica en la Isla.
Por Flor de Paz
Como una puerta abierta al mundo cognoscitivo del hombre prehistórico pueden mirarse las pinturas y grabados rupestres, expresiones del pensamiento que aportan al registro arqueológico apreciables referencias sobre la vida pasada.
Dibujos y petroglifos permiten rastrear el funcionamiento de antiguas sociedades, aquellas que continuamente intentamos reconocer en el empeño siempre insatisfecho de buscar nuestros orígenes.
Tal es la potencialidad del patrimonio gráfico más antiguo de Cuba, aunque si es aislado de su contexto arqueológico solo puede significar un hermoso y contemplativo espectáculo estético. Más allá de la obra artística, la pictografía rupestre tiene que ser valorada como pieza de un puzzle en el que cuentan los hallazgos fósiles y la mirada de resultados científicos en el campo de la geología, la paleontología y la paleoantropología, entre otras disciplinas.
En Cuba es vasta la presencia de grafías prehistóricas, aún cuando en otras islas de las Antillas mayores es más numerosa su existencia. Una reciente obra: el Mapa del dibujo rupestre muestra que hasta el momento han sido descubiertos en el país 223 yacimientos de este tipo.
“Sabemos cuántas de nuestras estaciones rupestres contienen pinturas, petroglifos o la combinación de ambos. Contabilizamos las pictográficas hechas en color negro, rojo y las que mezclan estos matices con los espacios en blanco. Asimismo, el largo proceso de realización del mapa permitió identificar las áreas en las que se ubican cada una de las estaciones”, explica Racso Fernández Ortega, jefe del Departamento de Arqueología, del Instituto Cubano de Antropología, y coordinador general del Grupo Cubano de Investigaciones de Arte Rupestre (GCIAR).
La información cualitativa que ofrece este mapa es su aporte más importante. Asimismo, el hecho de que durante el proceso de su realización el GCIAR estableció un modelo para el registro del dibujo rupestre en Cuba en aras de homogenizar la información que se recoja en las estaciones.
“Ofrece un espectro de datos gigantesco. Nos ha permitido ver, por ejemplo, cómo en Pinar del Río, Matanzas y Sancti Spíritus hay pictografías en rojo y por qué el negro aparece desde Guantánamo y el rojo no”.
Otras interrogantes también han sido abordadas: el hecho de que Punta de Este, Isla de la Juventud, sea el único yacimiento del país dónde se encuentre la combinación del rojo y el negro en las pinturas, aunque en cuevas de Matanzas, Pinar del Río y la propia Isla hay tantas en rojo o en negro.
El estado de conservación de pictografías y petroglifos, las acciones del hombre que más los afectan y las medidas que pudieran tomarse para protegerlos son otros de los datos cualitativos que aportó el estudio.
-¿La siguiente fase es hacer investigaciones más profundas en las estaciones rupestres?
- Ahora pasamos a otra etapa, la de hacer estudios sin tener que acudir necesariamente al sitio, una vez que las estaciones fueron investigadas durante todo el proceso de realización del mapa. Pretendemos hacer más trabajos que ayuden a homogenizar los sistemas de documentación y registro.
Una investigación histórica sobre un petroglifo antropomorfo descubierto y arrancado en 1938 de la cueva Waldo Mesa, en Banes, Holguín, y que en la actualidad se encuentra en una de las salas expositivas con que cuenta el Instituto de Antropología, es un ejemplo del tipo de labor en la que ahora se empeña el GCIAR.
“Se trata de actualizar la información. En este caso, el petroglifo sufrió un considerable cambio desde que fue encontrado hasta la actualidad. Apenas tiene que ver con la imagen fotográfica tomada y publicada en el año 1941. Si un investigador quiere compararla con otra de su tipo y no acude a las primeras imágenes publicadas va a errar, como ya ha sucedido”.
-Asimismo nos hemos propuesto aprovechar las nuevas concepciones de análisis e interpretación del dibujo rupestre, basados en la propuesta de Jorge Calvera, quien dedicó hace unas dos décadas un importante capítulo de su tesis de doctorado al dibujo rupestre de la Sierra de Cubitas, en Camagüey”.
El mencionado investigador estableció una relación entre los diseños cerámicos de los sitios arqueológicos relativamente cercanos al área de la Sierra de Cubitas y los pictográficos de las estaciones rupestres del lugar. Esta comparación le indicó que existía una repetición de los diseños cerámicos en las pictografías de algunas de las cuevas. Así pudo deducir una cronología relativa bastante cercana al momento en que pudo haberse ejecutado el dibujo.
“A partir de ese momento, los arqueólogos comenzamos a ver el dibujo rupestre como parte del registro arqueológico. Hasta entonces lo habíamos mirado como la obra de arte.
“Es necesario trascender los tonos descriptivos que han marcado la investigación de la gráfica rupestre cubana y acometer el rescate de los subsistemas tecnológicos e ideológicos ocultos detrás de cada conjunto”, advierte Fernández Ortega.
-Puede caracterizar alguna de las estaciones a partir de esta concepción?
- Cuando trabajamos para definir el estilo Patana (en el extremo oriental de la Isla) identificamos algunos personajes de la mitología aruaca insular con los petroglifos de la cueva del mismo nombre. Nos basamos en la mitología aborigen descrita por Ramón Pané, un fraile ermitaño que por instrucciones expresas del almirante Cristóbal Colón recogió en sus textos la idolatría de los aborígenes.
“El hecho de que morfológicamente los petroglifos o diseños de esa zona tengan alguna relación con los personajes que describe Pané nos hizo pensar que podíamos usar esta mitología caribeña insular como una herramienta más para hacer una reconstrucción del mundo en que vivían los pobladores de la región oriental de Cuba, y fundamentalmente los de Maisí”, explica el investigador.
La morfología no basta para identificar a un petroglifo, asegura. “Es necesario tener en cuenta la función social encomendada al personaje mitológico por el grupo cultural que lo creó, en relación con el espacio que ocupa en el recinto sagrado. No es suficiente que el llorador de lluvia tenga lágrimas en los ojos, sino también que esté ubicado en el espacio en el que se moje con la lluvia y reciba los rayos solares en las primeras horas de la mañana. Nunca será encontrado un personaje como este en el fondo de una cueva porque allí nunca hubiera podido cumplir con su función”.
-Desde ese punto de vista, Punta de Este es la estación más completa de Cuba?
- Es la más divulgada, pero la menos estudiada desde el ángulo de la sistemática arqueológica. Como dijo Fernando Ortiz, es la capilla Sixtina del dibujo rupestre cubano.
“Coincido con esa hipótesis del conocido científico; los grupos que hicieron esos dibujos podían perfectamente llevar un conteo primario del tiempo al punto que les permitiera predecir los nueve meses del embarazo, la época de reproducción de las plantas y los animales o las temporadas de lluvia.
“Pero aun cuando posteriormente Antonio Núñez Jiménez dedicó largas jornadas a ver la posición del sol en el cenit y dónde era que se iluminaba la cueva en el equinoccio; los motivos que se alumbraban en los solsticios y cómo en la bóveda celeste podía verse el paso del sol a través de la entrada de la cueva, no ha existido una sistemática para poder hacer el análisis integral de esos dibujos”, afirma Fernández Ortega.
- Usted ha investigado sobre el petroglifo del Maffo ¿Cuál es su historia?
-Fue descubierto de 1963 y trasladado desde Contramaestre hasta la Academia de Ciencias de Cuba. Estuvo en exhibición en el Museo de Historia Natural Felipe Poey. Ahora se encuentra en el Museo del Gabinete de Arqueología, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
“Georeferenciamos el sitio donde estuvo ubicado originalmente, reconstruimos la historia de su aparición y tratamos de establecer qué grupo humano pudo haberlo construido, porque es una de las pocas piezas del arte rupestre cubano que estaba a la intemperie”, explica.
Basados en el mencionado método de Calvera los científicos estudiaron morfológicamente el petroglifo e investigaron los sitios arqueológicos que están alrededor del área donde fue hallado.
Así consiguieron establecer una posible relación entre el diseño cerámico del grupo que habitó el yacimiento de Ventas de Casanova y el petroglifo. Este último tiene los dos orificios nasales (una singularidad inexistente en toda el área del Caribe insular) y la cerámica aborigen de ese sitio tiene la misma característica.
Otro elemento que tuvieron en cuenta es el enclave del petroglifo. Estuvo ubicado en un punto intermedio entre Ventas de Casanova y el área de la cuenca del río Cauto, de manera que pudo haber existido una relación, a través del río Contramaestre, entre un área de pesca y los habitantes de Ventas de Casanova, yacimiento en el que aparece una gran cantidad de espinas de pescado y de sumergidores de redes.
“El petroglifo del Maffo puede ser un indicador del surgimiento de las plazas ceremoniales, un espacio que los aborígenes creyeron les permitiría palear la crisis de agua que existió en la zona, según refieren estudios paleoclimáticos”.
-También pudo constituir una marca territorial, debido a que estaba ubicado en un espacio límite entre varios grupos de aborígenes que poblaban la cuenca del Cauto.
“El estudio del petroglifo del Maffo es el mejor ejemplo de este tipo de investigación integral que hemos hecho”, concluyó Racso Fernández Ortega.

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