Sustentada en los postulados evolucionistas del sabio inglés, la llamada teoría sintética de la evolución integra los avances científicos alcanzados en el campo de la biología
Por Flor de Paz
Charles Darwin hizo una de las contribuciones de mayor trascendencia al conocimiento del origen de la vida: descubrió el engranaje fundamental de la evolución y lo resumió en la más importante teoría científica que aún sirve de sustento a todas las concepciones evolucionistas.
La selección natural, médula de sus aportes, constituye un mecanismo de transformación capaz de dar lugar a nuevas especies. Aun cuando ha sido ampliada y mejorada, mantiene íntegra su esencia.
Según la concibió Darwin, se concreta en la capacidad de supervivir de los individuos más adecuados. Hoy, con los significativos avances experimentados por la biología molecular de finales del siglo XX, entra en juego además la habilidad para reproducirse y transmitir genes a la próxima generación.
Esta ciencia recontextualiza la acción del principio darwiniano a nivel poblacional, y no solo en el individuo,
explica el doctor Vicente Berovides Álvarez, profesor e investigador de la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana.
A partir de las concepciones actuales –acota-, ser eliminado por la selección natural no significa morir. “La imposibilidad de procrear es también una consecuencia de la acción de esta ley”.
Nueva síntesis
Darwin no conoció la existencia de los genes; el descubrimiento de la estructura del ADN (1953) ocurrió más de setenta años después de su muerte. Tampoco pudo prever la función de estas moléculas en el origen de los cambios que él percibió en los seres vivos.
Aun cuando las leyes del checo Gregor Mendel, publicadas en 1866, fundamentaban la herencia de caracteres simples, no establecían la de los más complejos e importantes para la evolución; por ejemplo, los relacionados con la habilidad de los individuos para reproducirse.
El trabajo de Mendel fue incomprendido hasta 1900, cuando ocurre un redescubrimiento de sus teorías. Entonces –agrega el doctor Berovides- se supo que los caracteres complejos sí tenían herencia mendeliana, pero no exactamente cómo él la había formulado
Sobre esos presupuestos, y con el desarrollo alcanzado por la genética poblacional, respaldada por otros conocimientos predominantes en la década del treinta del pasado siglo, surge la teoría sintética de la evolución o postdarwinismo.
La también llamada nueva síntesis restableció la teoría original de Darwin sobre las firmes bases de la genética experimental y las estadísticas demográficas.
En la época en que el científico inglés formula su teoría, la clave estaba en el individuo y en los caracteres hereditarios. Al desarrollarse la teoría sintética se llega a la conclusión de que lo importante para evolucionar es la población y que las unidades que se transmiten a la próxima generación son los genes, no los caracteres.
La sistemática, que era una ciencia relativamente desarrollada entonces, también apoya la evolución y, sobre todo, los descubrimientos paleontológicos, evidencias de ese fenómeno.
En el siglo XIX fueron hallados muchos fósiles de dinosaurios, demostrativos de que el mecanismo propuesto por Darwin era el más acertado.
“Se sabe, por evidencia fósil, que los reptiles se pudieron transformar en mamíferos y que otro grupo de reptiles, que eran dinosaurios, se convirtieron en aves. Asimismo, un grupo de monos evolucionó a humanos”, argumenta el profesor Berovides.
Una tercera ciencia apoya el postdarwinismo o teoría sintética: la biología molecular y, más específicamente,
la genética molecular. Gracias a ella se descubre la estructura compleja de los genes y se concibe una posible evolución molecular, mucho más compleja que la de los organismos. Pero como las moléculas están controladas por los genes y están dentro de los organismos, al final lo que evolucionan
son estos, junto con sus genes, sus moléculas y sus caracteres.
El equilibrio puntuado
Los evolucionistas que apoyan la teoría de Darwin reafirman que las nuevas especies aparecen en forma gradual y a partir de otras preexistentes; los llamados saltacionistas opinan que estas aparecen y desaparecen súbitamente.
No hay contraposición entre ellas. “Después de mucha discusión se acepta que ambos procesos pueden ocurrir, dependiendo del carácter y de la especie. Por ejemplo, los homínidos se hicieron bípedos de forma gradual, pero la adquisición de un gran cerebro ocurrió como un salto (sucede en unas pocas generaciones y consiste en un cambio genético significativo que da lugar al surgimiento de una especie)”, explica el científico cubano.
El saltacionismo, que se opone a la teoría darwinista de la evolución gradual, fundamenta el nacimiento de la teoría del Equilibrio Puntuado o Puntualismo, debida a los aportes de Stephen Jay Gould y Niles Eldredge, eminentes paleoantropólogos estadounidenses.
Pero el propio Stephen Jay Gould, apunta: “La selección natural de Darwin es una teoría para fabricar diseños sin necesidad de un diseñador; hecha a la medida para pulverizar uno a uno los argumentos de cualquier creencia antinatural. La predicción clave de la teoría se ha confirmado en tiempos recientes: la prueba más contundente es la universalidad del código genético”.
No hay dudas, la teoría de Gould y de los evolucionistas biológicos moleculares modernos, reposa firmemente en el darwinismo.
La evolución como resultado de la selección natural planteada por el genio inglés tiene tal alcance que fue capaz de asimilar sin dificultad las reglas básicas de la herencia mendeliana y el descubrimiento de la estructura atómica del ADN, quedando reforzada, cada vez más, por los avances de la genética.
El núcleo central de la teoría de la evolución -los mecanismos por mutación y selección natural-, básicamente no va a ser alterado por ningún descubrimiento, señala el doctor Berovides Álvarez. “Aun cuando puedan hallarse nuevas explicaciones acerca del surgimiento de la variación genética y otros métodos de acción de la selección natural y de la transmisión hereditaria, tal como la horizontal o de una especie a otra”.
Teoría sintética de la evolución
Hace más de 50 años los biólogos combinaron la genética mendeliana con los postulados de Darwin para formular una explicación amplia de la evolución. Esto se conoce como teoría sintética.
Ella explica la variación observada por Darwin entre la descendencia en términos de mutaciones y recombinaciones.
Dicha teoría ha dominado las concepciones y la investigación de muchos biólogos y ha dado como resultado un notable cúmulo de pruebas en apoyo de la evolución.
Los biólogos aceptan los principios básicos de la teoría sintética, pero examinando a fondo alguno de sus aspectos. Por ejemplo, ¿cómo influye el azar en la evolución? ¿Con qué rapidez surgen nuevas especies?
Estas cuestiones se han originado de una reevaluación del registro paleontológico y de descubrimientos en aspectos moleculares de la herencia.
Dentro del postdarwinismo existen dos tendencias. Una sostiene que la teoría sintética debe ser sustituida por una nueva que integre más elementos (la mayoría de los científicos que la defienden no son evolucionistas). La otra plantea que la teoría sintética ha absorbido de forma adecuada los nuevos conocimientos (sostenida por evolucionistas como Stephen Jay Gould) y que es suficientemente fuerte como para aceptar los nuevos conocimientos sin que cambie su núcleo central.
El hombre desciende de una forma inferior
Uno de los grandes méritos de Charles Darwin es haber llegado a la conclusión de que el hombre evolucionó, como el resto de las especies. Y llegó a la última consecuencia: si el hombre es en parte animal tuvo que haber surgido de un animal, no fue creado por una entidad divina.
Su intuición, que incluso iba más lejos que sus propuestas teóricas, le llevó a presentar África como el lugar donde ocurrió la emergencia humana, también en El origen de las especies. El tiempo y la investigación científica le han dado la razón. En la actualidad sabemos que el inicio de nuestro proyecto de homínido inteligente fue gradual.
La selección técnica permite superar a la natural
Hace 1,5 millones de años se abrió paso una nueva forma de selección que se denominó “técnica”. A diferencia de la selección natural, esta es voluntaria y tiene pautas típicamente humanas, conscientes, y no exclusivamente naturales.
La selección técnica es la que en nuestras manos ha creado las especies y razas domésticas. Aplicada a la especie humana, no ha provocado cambios genéticos a gran escala, sino diferencias culturales marcadas por desigualdades en la capacidad operativa. Sin embargo, como instrumento a nuestro alcance ha cambiado la genética de muchas especies.
La selección técnica no modifica directamente la información genética, pero impide que la selección natural la modifique. Por ejemplo, las mujeres con la pelvis excesivamente estrecha, difícilmente podrían dar a luz con éxito sin la ayuda de la técnica, pero su uso en estos casos conserva y extiende esta característica
física poco beneficiosa. La variación que la selección natural pretende eliminar, la selección técnica hace que deje de ser un problema. (Aún no somos humanos, Eudald Carbonell y Robert Sala)
(Publicado en la revista Juventud Técnica, enero-febrero 2009)
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