miércoles, 24 de diciembre de 2014

Jorge Pérez Ávila: Médico hasta sus nanopartículas


Sin abandonar el contacto directo con el enfermo, razón de ser de su vida, asumió el encargo de trabajar en el enfrentamiento a las enfermedades infecciosas. ¿Sus mayores arrestos? La dirección de instituciones como el Sanatorio de Santiago de las Vegas y el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, IPK


Por Flor de Paz. Fotos: de la autora y cortesía del entrevistado.
En la coyuntura devenida tras el cambio de gobierno de Eisenhower a Kennedy, lo conminaron a ser piloto, “porque era lo que hacía falta”, y llegó a volar algunos aviones, aunque cuando estaba en la altura se preguntaba qué hacía allí.
Consta en su diario, donde solo escribe sucesos que le impresionan, que jamás le ha perdido el miedo a esos aparatos. Y tanto, que la noche anterior a un viaje se mantiene despierto y así puede quedarse dormido durante todo el vuelo.
“De ser piloto me salvó Fidel, cuando llamó a la alfabetización. Esa fue mi oportunidad de dejar la aeronáutica. Enseñar pasó a ser lo primero y finalmente, años después, pude ingresar en la Escuela de Medicina”.
Nacido el siete de julio de 1945, Jorge Pérez es el segundo hijo de una pareja feliz. Cree que de su madre heredó el espíritu de solidaridad, la energía vital y la capacidad de “ver las cosas claras”. Del padre recuerda su inteligencia y organización, su actuar coherente entre el decir y el hacer.
“Él murió muy pronto, pero a mi madre la tuve más tiempo. Vivió hasta los 94 años.  El dolor de su pérdida todavía no me deja escribir sobre ella. Era una mujer muy perspicaz y especialmente en una ocasión llegó a asombrarme.
“Yo estaba en Estados Unidos dando clases en la Universidad de Harvard y sentí un dolor precordial que me asustó. Decidí regresar a Cuba enseguida, pero antes la llamé para avisarle de que en unos días estaría de vuelta. Inmediatamente, ella me preguntó:
— ¿Dónde sientes el dolor? A mí tú no me engañas.
“Del aeropuerto fui a verla, como hacía siempre, e insistió nuevamente en el tema. Yo le decía: no 'vieja', no estoy padeciendo malestar alguno. Pero a Fina no se le podía engañar. Cuando salí de su casa llamó a mis amigos, a mi mujer. Al ver al cardiólogo y descubrir que padecía una obstrucción coronaria de la que tenía que operarme fuera de Cuba no supe cómo enfrentar a mi madre. Le dije que necesitaba hacerme una prueba en otro país, pero no me creyó. En realidad, como yo no sabía si iba a poder sobrevivir, antes de irme hice una comida familiar, y la única que estaba llorando era ella”.
La silla difícil
Encabezar el Instituto de Medicina Tropical (IPK) le cayó encima como un mazazo, aunque le honra el desafío que el fallecido Profesor Gustavo Kourí dejó en sus manos hace casi tres años. El noble orgullo desborda la mirada de este hombre audaz y ocurrente, y el tono de su voz se agrava al recordar el día en que su amigo se fue. Solo habían transcurrido dos meses de que le pidiera sucederlo.
En ese momento casi todas las direcciones principales del complejo investigativo-hospitalario, del que ha formado parte durante más de tres décadas, pendieron de su intelecto; le tocó sentarse en la “silla difícil” y, definitivamente, su jornada de trabajo de cada día se extendió hasta la una o las dos de la madrugada.
 Y fue así, sin tiempo para pensarlo, que el doctor Jorge Pérez Ávila se convirtió en otro de los herederos de la tradición de los Kourí, enrumbada por Pedro, el progenitor de Gustavo, quien durante los años de la república inauguró en la Isla el desarrollo de la parasitología. Y luego, continuada por el hijo, conductor de la medicina tropical en Cuba”.

  1. Dirigir el IPK, uno de sus grandes desafíos. En la foto, el Consejo de dirección del Instituto.

En los primeros años de ejercicio médico su interés profesional había seguido otros derroteros. Solía enrolarse entonces en el tratamiento de los casos más graves y en quienes habían sufrido un infarto del miocardio. La muerte de su padre, resultante de un evento cardíaco, atizó su necesidad de salvar vidas.Fue Jorge el cómplice más cercano que tuvo Gustavo desde la etapa en que comenzó a edificarse el nuevo IPK, a principio de la década de los 80, hasta un día del año 2011 en que este le dijo: “quédate en mi lugar”.
La búsqueda de nuevos conocimientos delineó también desde aquella época cierto estilo en su quehacer en el que el trinomio investigaciones-asistencia-comunicación se impondría como una constante. Así llegó a la farmacología clínica[i] y a una maestría de la especialidad en la Universidad McGill, de Montreal, Canadá.
De regreso a Cuba revolucionó en el aula los contenidos de la especialidad en la cual había obtenido avanzados conocimientos. El médico que nunca dejará de ser continuó en la sala de terapia intensiva del Calixto García y, a la vez, a cargo del departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana (UH).
Recuerda que era feliz, “hasta que un buen día me dicen que tenía que irme a trabajar al IPK. No podía entenderlo; yo no sabía nada de parasitología, pero el rector de Ciencias Médicas en esos años de la década de los 70 solo argumentó que era preciso que cumpliera esa tarea.
“Al llegar me sorprendió encontrar a Gustavo. Lo conocía como vice-decano docente y vice-rector de la UH, pero en aquellos momentos empezaba a revitalizar el Instituto y había solicitado a la instancia académica una persona que supiera hacer investigaciones clínicas. Me dijo: 'eres joven, puedes aprender de medicina tropical'. Y allí me quedé”.
  
Con el Profesor Gustavo Kourí compartió la amistad y el propósito común de llevar adelante el desarrollo de la Medicina Tropical en Cuba. (Foto: Cortesía del entrevistado).
A la cabecera del paciente
No transcurrió mucho tiempo para que el doctor Jorge Pérez se entregara con tenacidad a la labor en el IPK. Llegó allí en 1978 y tan pronto se dio cuenta de que el diagnóstico del paludismo dependía de los técnicos, se incorporó con aquellos conocedores al aprendizaje de la “lectura” de las láminas de gota gruesa. Porque, “¿y si ellos se equivocaban?, el responsable del paciente era yo”.
En Cuba se había erradicado esta enfermedad desde 1967, pero entre 1974 y 1988 durante las guerras en Angola y Etiopía  cientos de cubanos fueron allá. Otros tantos africanos, vinieron a estudiar aquí. “Había que aplicar el tratamiento requerido de inmediato para que la enfermedad no se propagara en el país”.
Varias campañas en Angola y el desafío de un paludismo resistente a la cloroquina (antimalárico), que estaba afectando gravemente a muchos colaboradores cubanos, le llevó a formular el fármaco IPK1, cuya aplicación consiguió revertir la crítica situación en muy poco tiempo.  Aquel fue el primer protocolo que el doctor Jorge Pérez dirigió en el Instituto.
Mucho más aprendería sobre las enfermedades tropicales en la década de los 80 con quienes venían de África infectados por diferentes patologías. Y luego, en universidades de  Liverpool, Londres, Chicago, Cleveland y Tanale, Gahna —donde estuvo presente por encargo del Profesor Kourí y mediante el Tropical Disease Research (TDR), un programa especial de la OMS para la investigación en ese campo.

Jorge cuando escalaba la Gran Muralla China

Inmerso en este universo científico, le llegó el cargo de vicedirector de atención médica del IPK y, codo a codo con Gustavo, se centró en el proyecto de edificación constructiva y humana del Instituto.
Nunca le ha gustado dirigir, confiesa. Pero reconoce en su sensibilidad y amor por el ser humano la razón por la que ha aceptado hacerlo. “Siempre y cuando no me vea obligado a abandonar la asistencia médica. Décadas atrás, porque era muy joven para dejarla y ahora porque tengo demasiado experiencia”.
A la cabeza de las investigaciones que respaldaron la certificación de los medicamentos antirretrovirales de fabricación nacional contra el VIH, que aplicados desde el 2001 consiguieron detener la mortalidad provocada por esta infección, estuvo el doctor Jorge Pérez, quien asimismo ha dirigido los estudios clínicos de las tres vacunas contra el virus que se han formulado en Cuba. La última, de perfil terapéutico, se halla en fase I de estudio clínico.
La troica de Pérez
De frente al primer paciente diagnosticado con el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) en Cuba, el doctor Jorge Pérez se vio ante el dilema humano que significaba comunicarle la infección que padecía. “Fue como dictarle una sentencia de muerte que nadie se atrevía a pronunciar, pero el paciente ya soportaba una enorme incertidumbre y, llegado el momento, era preciso decirle la verdad.
“Para entonces ya me sentía retado por esta epidemia y había leído incansablemente sobre el VIH y la enfermedad que provoca.  Tras aquel primer diagnóstico, comencé a atender extranjeros que vivían con el virus en el país, hasta que un día el doctor Terry (viceministro de Salud Pública) me pidió que asumiera la dirección del Sanatorio de Santiago de las Vegas. Sorprendido, solo puse una condición: que me permitieran continuar con mis funciones en el IPK. Y así fue, durante las mañanas estaba en el Instituto y por las tardes me iba para el Sanatorio.

Con Caristina Cañas Lugo, su enfermera durante 35 años. 
 “Pero nunca imaginé que dirigir un sanatorio resultara tan difícil. Era la época de Gorbachov y la perestroika. Y llegué al Sanatorio haciendo muchos cambios. Los pacientes me decían: 'esta es la perestroika'. Y yo jocosamente les respondía: 'no, esta es la troica de Pérez que soy yo. Y en nada se parece a la perestroika, porque a mí no me gusta Gorbachov'”.
De aquellos 12 años al frente del Sanatorio le quedaron experiencias muy enriquecedoras estrechamente vinculadas al ejercicio de la medicina del cuerpo y del alma. Muchas de ellas han sido narradas por él mismo  en sus dos libros titulados Confesiones a un médico. Pero quizás, entre los saldos más importantes de su entrega en aquellos años se halle el haber sido el precursor del tránsito al régimen ambulatorio de las personas con VIH, iniciado a fines de la última década del siglo XX. También, su incidencia puntual en la humanización de la enfermedad, al ubicar sus complejidades en numerosos espacios del entorno social. El doctor  Jorge Pérez se convirtió así en un héroe para muchos de sus pacientes.

Las distintas ediciones de sus libros Confesiones a un médico han sido vehículo de su ininterrumpida labor comunicadora y de humanización del VIH SIDA.
— ¿No ha sido una carga demasiado pesada lidiar con los disímiles problemas de sus enfermos?
— El médico está preparado para tratar de no afectarse con el sufrimiento de las demás personas. Y digo trata porque a mí hace poco se me murió una paciente que yo quería mucho. Entré en su habitación un poco antes de que falleciera y salí de allí llorando como si fuera un familiar mío. La atendí durante 20 años y en ese tiempo compartimos éxitos, amistad, cariño. Coño, ¡quién no iba a sentir esa muerte!
“En contraposición, experimento gran dicha cuando indico un tratamiento correcto, consigo sacar al enfermo de una complicación o  compruebo que está sin carga viral detectable, con un buen nivel de células de defensa contra el VIH, cumpliendo con los medicamentos”.
–Ahora usted toma parte activa en la preparación de nuestros médicos para combatir el ébola en África occidental. ¿Cómo evalúa esta nueva y riesgosa labor?
    Como un compromiso que pone a prueba nuestra capacidad para el sacrificio y nuestra voluntad humanista.

En Ginebra, a pocas horas de dado de alta Félix Báez, su primer paciente con ébola. A la derecha, el doctor Gerome Pugin, jefe del equipo que atendió al médico cubano. (Foto: Cortesía del entrevistado).

—¿Cuál es su definición de la honestidad?
—Es el reverso del egoísmo, el individualismo, la autosuficiencia.
    A estas alturas ¿qué le sorprende?
—  Que a veces exista tanto orgullo y desprecio en el ser humano.
¿Dónde y cuándo es feliz?
— Cuando me siento reconocido y percibo que las cosas me salen bien, con mi familia y con mi yo interno.
¿La muerte?
— Algo cotidiano que los médicos tratamos de evitar y de alejar; pero que como el nacimiento, rodea a la vida. Uno se regocija cuando logra que la persona tome precauciones tan simples para alejarla como dejar de fumar, beber y tener relaciones sexuales sin condón.
¿Y la vida?
    Algo grandioso. Un tumulto de pasiones, así lo expreso en uno de mis poemas.
                                           



[i] El especialista dedicado a la farmacología clínica es un corrector de la terapéutica de acuerdo al movimiento de los medicamentos en cada una de las enfermedades y pacientes.

VIH: evitar la enfermedad, la trasmisión y la muerte


El ensayo clínico de un candidato vacunal terapéutico contra el virus, que se desarrolla en estos momentos, está dirigido a eliminar el reservorio viral que queda en los pacientes luego de ser tratados con los anterretrovirales.

Por Flor de Paz
Como continuidad de mis encuentros con el director del IPK visité también su consulta semanal abierta a los pacientes de SIDA. Allí constaté en la práctica cuanto me había revelado en su entrevista.
 ¿Todos esperan por el doctor Jorge Pérez?, pregunta la enfermera en el salón donde aguarda aún una veintena de personas tras varias horas de consulta. De inmediato la respuesta afirmativa se escucha incluso dentro del cubículo del médico, donde este, con una voluminosa historia clínica en sus manos, inquiere a la paciente que tiene ante sí.
¿Cómo te sientes?
— Bien doctor.
Tu carga viral es indetectable.
Ante tal anuncio, la mujer mira a su esposo, que es seronegativo, y sonríe. Son una pareja discordante. Él corresponde ante la visible muestra de satisfacción; al mismo tiempo, solicita al facultativo una orden de análisis para corroborar su estado, porque “aunque ellos toman todas las precauciones hay que estar atentos”.
El médico asiente sin dejar de escribir con su mano izquierda sobre el abultado file que abriga una historia de 20 años. Se produce un in pace en el que ella me dice con los ojos humedecidos: “el doctor Jorge Pérez es para mí un padre”. (Él ya me había presentado como una periodista que ha escrito sobre el VIH durante mucho tiempo).
Uno tras otro se suceden los casos y sus historias. Para cada uno, el tiempo necesario. Cuando es preciso, el examen físico. “Porque, fíjate, al paciente hay que tocarlo; el médico que no mete la mano, mete la pata”.
Pocos vienen por primera vez. Una buena parte de ellos se beneficia con los medicamentos antirretrovirales y mantienen al VIH bajo control. El especialista conoce las combinaciones de fármacos que ha indicado a sus enfermos: en un registro digital constan esos  detalles.
Son más de las nueve de la noche y, finalmente, sale el último de los consultados que estuvo dispuesto a esperar ese día. He aguardado sin impacientarme. Un instante después, rumbo a la dirección, abordamos los desiertos pasillos del IPK. Sin aparente agobio, tras la extensa jornada, todavía es capaz de responder a mis inquietudes.
De cierto modo, el boom del SIDA ha pasado. ¿Usted cree que ese fenómeno haya contribuido a bajar la percepción del riesgo?
— Así es. Lo demuestra, por ejemplo, que en Cuba hay personas mayores que no se protegen. Piensan que si se infectan con el VIH a esa edad pueden vivir al menos 20 años más, pero no es así. La enfermedad en esta etapa de la vida provoca mucho sufrimiento; el sistema inmune del individuo empieza a bajar y la enfermedad no tiene la misma evolución que en pacientes jóvenes. Esa conducta, presente en los últimos años, es capaz de aumentar la incidencia del VIH, cuando lo lógico sería que bajara y que nos encamináramos a alcanzar la meta de la Organización Mundial de la Salud y de ONUSIDA: cero nuevas infecciones, cero muertes por SIDA.
¿Cómo considera entonces que va a evolucionar la epidemia en los próximos años?
— Hay países como Canadá que han logrado disminuir en un 90% los nuevos casos de SIDA, las muertes por SIDA y los casos SIDA (las enfermedades oportunistas). Ha sido posible al proporcionarle la terapéutica antirretroviral a la mayoría de los infectados. La aplicación de esta estrategia resulta costosa en un inicio, pero a la larga ahorra recursos que irremediablemente hay que utilizar en el tratamiento de las complicaciones inherentes al padecimiento.
“En Cuba todavía no hemos empezado a tratar con antirretrovirales a todas las personas que tienen menos de 500 células de defensa contra el virus, una estrategia necesaria para disminuir la trasmisión y llegar a lograr un mundo libre de SIDA. “Hasta el momento, los aplicamos a quienes tienen menos de 350, porque por debajo de esa cifra casi todas las enfermedades oportunistas pueden aparecer y alguna de ellas causar la muerte.
“Se sabe que cuando la carga viral es muy baja (hay pocos virus circulantes) la probabilidad de infectar a otros tiende a cero, pero no es cero absoluto. Eso se ha visto en las mujeres embarazadas que no pasan el virus a sus hijos porque toman quimioprofilaxis antiretroviral. Estos inhiben la carga de VIH y la replicación. Si no fuera así, una gran porción de ellas contagiaría a sus descendientes, aunque no siempre”.
Como usted ha dicho, un tercer candidato vacunal contra el virus se ensaya en humanos en el país. Este, como su antecesor, es terapéutico (no preventivo). ¿En dicho enfoque pueden depositarse más esperanzas de alcanzar una formulación efectiva?
— El éxito radica en que la vacuna consiga que el organismo reconozca al virus como un agente extraño. Todavía estamos en la fase I de estudios clínicos, momento en que se evalúa su reactogenicidad y toxicidad. Todavía se están acopiando datos y observando qué sucede.
“La vacuna terapéutica está dirigida a eliminar el reservorio viral que queda en los pacientes. La estamos aplicando a personas que tienen VIH, pero que todavía no han desarrollado SIDA. De lo contrario, sería muy difícil obtener los datos que estamos buscando.
“Una persona con VIH puede responder ante la infección de diversas maneras. En la más acelerada, el individuo contrae el virus, se enferma y fallece. Pero hay quien se infecta y sufre la enfermedad, pero vive muchos años. A estos pacientes les llamamos sobrevivientes de larga duración. Ocurre así porque tienen alguna predisposición genética o su cuerpo posee algún mecanismo mediante el cual el virus busca una salida. Este es el fenómeno que estudiamos, porque a nosotros nos interesa que el virus no mate y no infecte.
“TERAVAC, como se ha denominado este nuevo preparado, es un compuesto recombinante capaz de interactuar con el virus. Buscamos con ella una respuesta de inmunología celular, no humoral. Frente al VIH los anticuerpos no son neutralizantes. Al aplicar el nuevo tratamiento se suspende la terapéutica antirretroviral para ver si se provoca una reacción destructiva contra el virus.
“Los inmunógenos preventivos en SIDA son muy difíciles. Hay muchas particularidades del virus que todavía se desconocen como la manera en que entra y sale del organismo, la rapidez con que se multiplica y se diversifica (entre 100 y mil millones de billones de virus se replican en un día).
¿Qué situación tiene en estos momentos la epidemia en Cuba?
—En los dos últimos años logramos una especie de meseta en el número de nuevas infecciones, sin embargo, el año pasado volvió a subir un poquito. En el presente estamos casi pegados a la cifra del 2013; por eso nos hemos planteado tratar con los antirretrovirales a una mayor cantidad de personas.
Entre nuestro diálogo ha avanzado la noche. Al despedirnos, me agradece por la jornada compartida y aprecio, una vez más, la sencillez de este hombre que ha dedicado lo mejor de su vida a preservar la existencia de los demás.
  

domingo, 14 de diciembre de 2014

"Félix se rehabilita"


Dijo el doctor Jorge Pérez Ávila tras explicar algunos detalles acerca de la etapa post-infección con el virus del ébola

Foto: Ismael Francisco
Por Flor de Paz. Fotos: de la autora y cortesía del entrevistado.
Con la llegada de Félix Báez a La Habana, acompañado por el doctor Jorge Pérez Ávila, director del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK),  quedaron atrás los días de incertidumbre en torno a la sobrevivencia del médico cubano.
La estrategia terapéutica seguida por el equipo médico que encabezó el doctor Gerone Pugin, jefe de la unidad de terapia intensiva del Hospital Universitario de Ginebra, condujo a un final exitoso. Aunque, según cuenta el director del IPK, Pugin le decía: 'Jorge este es nuestro primer paciente con ébola, todos carecemos de una experiencia anterior, vamos a ver cómo evoluciona', y que así fueron evaluando cada uno de los pasos que decidieron dar.

 Unidad de cuidados intensivos del Hospital Universitario de Ginebra donde Félix Báez estuvo internado cerca de 20 días bajo el auspicio de la Organización Mundial de la Salud.
“Tuve la dicha de haber sido el médico designado para acompañar a Félix durante este proceso asistencial y en su regreso a Cuba. Iba a la unidad de terapia tres veces al día, donde existían los mecanismos de contención debidos para que pudiera verlo y hablar con él sin correr riesgos. Cuando me vio por primera vez, me reconoció, y su rostro reflejó felicidad. Conversábamos por teléfono 15 o 20 minutos en distintos momentos de cada jornada. Tenía un móvil mediante el cual nos comunicábamos y también llamaba a su mujer”.
Gerone, Félix y Jorge, en la unidad intensiva del hospital, cuando el paciente ya estaba curado.
 El doctor Gerone y Félix. Este último muestra un pulóver que le regalaron, con sus firmas, las personas que lo atendieron. 
 “Ahora él es una experiencia viviente de que los infectados con ébola pueden salvarse,  si se les trata de manera adecuada. Félix es una persona que tiene mucho valor y un gran compromiso con los compañeros que dejó en Sierra Leona y quiere volver. Incluso, está en mejores condiciones que los demás frente al riesgo que corre el personal médico, pero igual tiene que protegerse. Por otra parte, se ha vuelto un sujeto interesante desde el punto de vista científico al convertirse —potencialmente— en una fuente terapéutica para otras personas.
Jorge y Félix de paseo por la ciudad de Ginebra el día antes de regresar a La Habana. 
“En estos momentos lo estamos rehabilitando, porque estuvo grave, con un serio peligro para su vida. Necesita estar fuerte, restituido, antes de volver a su labor en Sierra Leona.  Hay que tener en cuenta que este tipo de virus produce inflamación de los músculos, fiebre. Félix tenía dificultad para ponerse de pie, se cansaba mucho, hasta tenía que afeitarse sentado. Entonces hay fortalecer y entrenar esos músculos de nuevo. Luego estará en buenas condiciones para regresar a África.

  Jorge Pérez: “El virus del ébola ha retado al continente africano y a los sistemas de salud de los países desarrollados, evidenciando así las grandes inequidades existentes en el mundo”. 
Según explica el experto cubano, existen cinco tipos de cepas diferentes de ébola. “Tres afectan a los humanos y pueden causar mortalidad. Quien sobrevive al contagio queda inmunizado frente a la que lo infectó. Por tanto, la persona curada no es capaz de contagiarse  frente a esa variedad del virus.
“Pero aún se desconoce si la inmunidad puede ser cruzada, porque hay muy pocos sobrevivientes; no se sabe si el individuo que sobrevive es inmune también a otras cepas de ébola.  Habrá que esperar a que concluyan investigaciones que se hallan en curso para saber si la inmunidad es total o parcial. Hasta ahora, puede asegurarse que el paciente levanta anticuerpos específicos contra la cepa que lo infectó y a ella es inmune. (Publicado en www.juventudtecnica.cu/contenido/felix-se-rehabilita