jueves, 22 de noviembre de 2012

Sediba: ¿Australopithecus u Homo?











Descubierto en 2008 en Malapa, Sudáfrica, Australopithecus sediba ha sido presentado como el más competente ancestro directo del primer Homo. Estudios publicados en la revista Science, a partir de las investigaciones realizadas en los fósiles de la nueva especie, reaniman controversias acerca del origen de la humanidad moderna (Ilustración: Mauricio Antón, Periódico de Atapuerca).

Por Flor de Paz


La diversidad de restos óseos encontrados en el transcurso de la última centuria enriquece el conocimiento sobre la complejidad del origen humano. Una galería de géneros y especies conforman el actual árbol de la evolución, cuyas ramas y hojas se baten al compás de los descubrimientos arqueopaleontológicos y de las controversias científicas que generan los nuevos estudios.

El reciente hallazgo de Australopithecus sediba (fuente, en la lengua sesotho de los bantúes), más enigmático que esclarecedor de los intervalos desiertos en el puzzle evolutivo, revoluciona nociones consensuadas por una buena parte de la comunidad científica.

Su existencia, hace cerca de dos millones de años, sitúa al espécimen en un período definitorio del origen de la humanidad: el nacimiento de nuestro género, que durante mucho tiempo ha constituido una gran incógnita.

Para Lee Berger, “progenitor” del homínido de Malapa, "las varias características avanzadas descubiertas en el cerebro y el cuerpo de sediba, junto con la fecha más temprana, lo convierten posiblemente el mejor candidato a ancestro del género Homo, mucho más que descubrimientos previos, tales como Homo habilis", según un comunicado de prensa de Eurekalert, sitio web de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS).

Entre las semejanzas del novel australopiteco con los Homo, el investigador norteamericano y un equipo internacional de científicos, creado para participar en los estudios practicados a dos de los esqueletos hallados en 2008, “han acentuado ciertas peculiaridades de la pelvis de la nueva especie, relacionadas con una bipedestación más eficiente, si bien sus brazos siguen siendo relativamente largos”, según publica el Periódico de Atapuerca.

La fuente añade que “el estudio de los fósiles mostró mayor parecido con los restos de Australopithecus africanus, casi un millón de años más viejos, que con los casi contemporáneos de Paranthropus y Homo. Esta similitud movió a los investigadores a incluirlos en el género Australopithecus, pero dentro de otra especie creada para la ocasión”.

Manufactureros

Cinco artículos publicados en Science, en septiembre de 2011, destacan los principales resultados obtenidos en las investigaciones de los fósiles de Australopithecus sediba: “un cerebro avanzado, pero pequeño; una mano muy evolucionada con el pulgar largo; una pelvis muy moderna y un pie y tobillo con formas nunca vistas antes en un homínido”.

Tracy L. Kivell, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, de Leipzig, Alemania, y uno de los participantes en el estudio, apuesta por la capacidad del homínido de Malapa para fabricar herramientas. El científico fundamenta su hipótesis en el largo pulgar y los otros dedos cortos de la mano de sediba, “un signo de asimiento de precisión”.

Pero esta deducción del equipo de Berger contrasta con la falta de evidencias acerca de que las herramientas más antiguas conocidas en África (llegan hasta los 2,7 millones de años) hayan sido necesariamente fabricadas por australopitecos.

Otros datos divulgados en la reconocida publicación sobre los caracteres que aproximan a los antiguos habitantes de Malapa al género Homo indican que los sediba podían caminar en forma bípeda y con zancadas. “Sus tobillos y largas piernas parecen ser intermedios entre los primeros homínidos y los humanos modernos”, revelan los autores de los trabajos publicados en Science.

Envuelto todavía en la roca fosilizada que lo rodea y que ocupa su interior, el cráneo de sediba fue sometido al escrutinio del Sincrotrón de Grenoble, Francia, un acelerador de partículas capaz de observar estructuras moleculares como si fuera un grandioso microscopio.

Kristian Carlson, de la Universidad de Witwatersrand, Sudáfrica, “echó un vistazo al cráneo parcial de MH-1(denominación de uno de los esqueletos de Australopithecus sediba) e hizo un molde interno, o un escaneo detallado, del espacio donde el cerebro habría estado”.

El análisis evidenció una medida interior de 420 centímetros cúbicos para el cráneo estudiado, casi como el de un chimpancé (el ser humano actual tiene entre 1200 y 1600), “pero con signos de reorganización neuronal en la región orbito-frontal, justo detrás de los ojos”. Tal estructura ósea, estiman los expertos, debió corresponderse con un cerebro relativamente complejo, en comparación con anteriores homínidos.


Lee Berger con el cráneo de Australopithecus sediba. Desde 2008 han sido hallados en el yacimiento de Malapa (localizado mediante la tecnología de seguimiento por satélite de Google) 220 huesos de homínidos primitivos, pertenecientes a cinco o más individuos
De acuerdo con estos datos, Berger y sus colaboradores han dicho que la capacidad craneal del homínido de Malapa pone en duda la clásica teoría de la gradual ampliación del cerebro durante la transición del Australopithecus al Homo, interpretación con la que muchos paleontólogos no concuerdan.

Técnicas de uranio-plomo y paleo-magnética (mide cuántas veces el campo magnético de la Tierra se ha invertido en los sedimentos calcificados que rodean a los fósiles), aplicados a los restos esqueléticos permitieron definir una edad aproximada de 1, 977 millones de años para Australopithecus sediba, dado que la antigüedad de los fósiles no permite datarlos en sí mismos.

Los debates

La singularidad del descubrimiento de los fósiles de Malapa y sus aportes al conocimiento de una etapa tan significativa de la evolución humana, como es el origen del género Homo, han suscitado crecientes debates en la comunidad científica en torno al rol de la nueva especie como candidata a ancestro directo del grupo humano.

Su aparición en el escenario evolutivo, la interpretación de sus caracteres anatómicos y su antigüedad han puesto en discusión el lugar que hasta ahora ocupaban especies primigenias como Homo habilis (entre 1,9 y 1,6 m.a) y Homo rudolfensis (puede superar la barrera de los dos millones de años) e, incluso, su pertenencia al género Homo.

Para el paleontólogo José María Bermúdez de Castro, codirector del Proyecto Atapuerca, Homo habilis continua siendo una firme candidata para ser el origen del género Homo o para tener una relación muy estrecha con la especie primaria, según corrobora en su último libro, Exploradores.

En el texto, el paleoantropólogo expone que tanto habilis como rudolfensis incumplen un requisito que algunos exigen al género Homo, y del cual también carecen los chimpancés y los australopitecos: la presencia de las etapas de niñez y adolescencia. Y que “con este argumento, Berger borra de un plumazo dos especies competidoras”. Aunque –añade- no puede evitar la crítica de que Australopithecus sediba tampoco tendría un desarrollo largo y complejo, ni evadir las comparaciones entre su especie y Homo habilis y rudolfensis en lo que respecta al tamaño cerebral: hasta los 700 centímetros cúbicos”.

Según Bermúdez de Castro, “Lee Berger parece haberse olvidado de los homínidos de Dmanisi, Georgia, de 1,85 millones de años: “demasiado cerca en el tiempo de Australopithecus sediba y demasiado lejos de él en el espacio geográfico.

“Homo georgicus, de hasta 700 centímetros cúbicos de capacidad cerebral y una estatura que llega hasta los 1.60 metros, tiene pleno derecho a pertenecer al selecto club del género Homo”, asevera el científico español, quien es partidario de un origen asiático para nuestro género.

Inmerso en estos debates, otro experto, el doctor John Hawks, profesor asociado del departamento de Antropología de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos, mantiene un seguimiento al tema desde su weblog Paleoanthropology, genetics and evolution, donde recibe una media de 2000 visitantes al día.

En un artículo publicado hace dos años, el investigador reflexiona sobre cada uno de los nuevos desafíos que plantean los fósiles de Malapa, así como acerca de la hipótesis de que la evolución del cerebro, seguido de la fabricación de herramientas, ha sufrido un retraso considerable con estos descubrimientos.

“Si es así, me pregunto, dice Hawks: ¿qué es exactamente lo que provocó la expansión cerebral? ¿El cambio de la dieta a alimentos de mayor calidad o factores como la dinámica social y la inestabilidad del clima? ¿O es que la evolución de nuestro género ocurrió en otro lugar, lejos de donde actualmente tenemos muestras de fósiles?