viernes, 18 de mayo de 2012

Atapuerca, un proyecto tecnocientífico


La evolución del Proyecto Atapuerca y el análisis de la tecnociencia desarrollado por Javier Echeverría (2003) presentan múltiples coincidencias, centradas en las modalidades de práctica científico-tecnológica contemporánea. Este es un avance del artículo que sobre el tema será publicado en la revista No. 10 del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana

Flor de Paz

El Proyecto Atapuerca emergió en el año 1976 del pasado siglo con el inusitado hallazgo de una mandíbula humana en la sierra del mismo nombre, a 15 kilómetros de la ciudad española de Burgos. Trinidad de Torres, su descubridor, comunicó el acontecimiento a Emiliano Aguirre, su tutor de tesis, quien dos años después conformó un primer proyecto de excavaciones para trabajar en los yacimientos de la Sierra de Atapuerca.

En aquellos momentos, la Península Ibérica apenas asistía al despertar de la arqueología prehistórica, y una generación de jóvenes ya se dedicaba sistemáticamente a investigar el mundo del Pleistoceno .

Eran los años finales de la dictadura franquista en España y la época en que se introdujo en el país la teoría como elemento fundamental de la discusión científica. Numerosas corrientes investigativas y filosóficas tomaban auge entre profesionales y estudiantes, entre ellas la New Archaeology y el marxismo, que fueron abrazadas por Eudald Carbonell , miembro del Proyecto que conformó Emiliano Aguirre, al que luego se incorporaron José María Bermúdez de Castro y Juan Luis Arsuaga .

En 1991, con la jubilación de Aguirre, la dirección del Proyecto Atapuerca quedó en manos de Carbonell, Bermúdez de Castro y Arsuaga que, apoyados en una importante cantera de investigadores formados en torno a la labor científica en los yacimientos burgaleses, desarrollaron una práctica sistemática de trabajo en equipo. Sobre esos cimientos fue edificado Atapuerca, el proyecto de paleontología y arqueología, con subvención estatal, más estructurado y antiguo de España (Paz, F., 2011).

El resultado de más de 30 campañas de excavaciones ha proveído al Equipo de Investigación de Atapuerca de relevantes pruebas empíricas, a través de las cuales los científicos han podido reconstruir buena parte de la prehistoria de este ecosistema montañoso y hacer aportes significativos a los estudios sobre evolución humana en Eurasia y el mundo. Esta práctica ha conllevado a un continuo proceso de innovación del conocimiento y a su socialización dentro de la comunidad científica y en la sociedad.

La evidente complejidad del actual Proceso Atapuerca, en el que interacciona una amplia red de agentes, permite contextualizarlo, aún con sus singularidades, en torno a las nuevas concepciones tecnocientíficas en las que se subrayan los aspectos praxiológicos, más que los puramente epistémicos o cognitivos (Echeverría, J. y González, M., 2009).

En tal sentido Echeverría, J. precisa:

Preferimos utilizar el término 'tecnociencia' que propuso Latour … para entender el paso de la ciencia a la tecnociencia como un cambio en la estructura de la práctica científica que afecta a cada una de sus fases: planificación, producción, evaluación, difusión y aplicación del conocimiento, sin olvidar la enseñanza de la ciencia, que resulta clave en cualquier sistema científico-tecnológico. La tecnociencia se distingue de la ciencia por su modo de relacionarse con el conocimiento en cada una de esas fases, no sólo en la de investigación y producción del conocimiento, que tradicionalmente ha sido la más estudiada. (Echeverría, J., 2009)

Esta idea de tecnociencia, tal y como ha sido desarrollada por Echeverría, responde al intento filosófico de clasificar y caracterizar las modalidades de práctica científico-tecnológica contemporánea, que se define mediante una serie de características básicas. A continuación exponemos algunas de ellas y luego evaluamos sus coincidencias con el Proyecto Atapuerca.

Según este enfoque, la tecnociencia se caracteriza por la presencia de un sujeto plural en el que cada agente aporta sus propios bienes: los científicos conocimiento, los ingenieros tecnología, los financiadores dinero, los empresarios gestión y beneficios económicos, los políticos poder…Al hacerlo, generan valor, pero no sólo para sí mismos, también para los demás agentes tecnocientíficos (Echeverría, J., 2008).

Otro carácter identificador de esta nueva modalidad de práctica científica es la interdisciplinariedad, estrategia que incrementa la capacidad de innovación de los grupos que investigan y generan conocimiento, pero también de los que lo distribuyen, difunden y utilizan (Echeverría, J., 2009).

La complejidad estructural del Proyecto Atapuerca refleja la complejidad de su agente tecnocientífico, cuya pluralidad se ha consolidado en el último decenio con el logro de propósitos tan sobresalientes como la creación del Sistema Atapuerca, Cultura de la Evolución, una sustantiva armazón que contribuye a cualificar y cuantificar las investigaciones y la socialización de su producto.

En semejante desplazamiento el Proyecto Atapuerca se nutre de una diversidad de nodos interconectados (Echeverría, J. y González, M., 2009), gracias a las tecnologías de la información y a la colaboración entre proyectos de investigación nacionales e internacionales, sin lo cual resultaría imposible dicho proceso científico.

Pero la difusión del conocimiento científico sobre evolución humana trasciende en este contexto el ámbito de la comunicación y se instala en la lógica del conocimiento como base del pensamiento, conductor del cambio social, mediante la socialización crítica de la conciencia. La transformación del mundo, a pequeña o gran escala, es también un rasgo distintivo de las tecnociencias.

El gráfico muestra al agente tecnocientífico Proyecto Atapuerca y la conceptualización de algunas de sus acciones.

La denominada tecnoaxiología , llamada a atender este impulso transformador de la tecnociencia, se basa en una gran pluralidad de sistemas de valores. Entre los más relevantes se considera a los epistémicos, los típicos de la tecnología, los económicos, los ecológicos, los medioambientales, los jurídicos, los sociales y culturales y los políticos (Echeverría, J., 2010).

La simbiosis de algunos de estos en la práctica del proceso Atapuerca se evidencia a través de esta cita de Carbonell:

Atapuerca ha sido socializado como proyecto de investigación de la evolución humana, como un registro arqueológico, pero también como un proyecto social estructurado y contingente. Los importantes descubrimientos y su acción socializadora sobre el medio humano han hecho trascender las piedras y los cráneos a los espacios sociales de la cultura y el conocimiento y a las ciencias de la vida y de la Tierra y de la sociedad en general. Implican una nueva preocupación por conocer quiénes somos y qué podemos ser, sobre todo si somos capaces de entender la historia y de construir nuevas formas de adaptación más acordes a la aceleración que sufre nuestra especie a consecuencia de la selección técnica (Carbonell, E., 2007).

Otro elemento característico de la práctica tecnocientífica, la participación de capital privado en la investigación, puede observarse en la actividad tecnocientífica del proyecto Atapuerca. Sustentado en financiamiento público, también recibe aportaciones de estructuras económicas privadas que, mediante la Fundación Atapuerca, contribuyen a la formación del personal investigador, al aprovisionamiento complementario de equipos y servicios logísticos para la excavación e investigación, al desarrollo de proyectos de especialización en tratamiento, restauración y catalogación de restos fósiles y materiales paleoantropológicos, así como al desarrollo de innumerables herramientas para la socialización de los conocimientos científicos generados por el EIA. (Fundación Atapuerca. 10 años de evolución, 2010). En este caso, “tales contribuciones no implican, sin embargo, ninguna dependencia ideológica” .

En la tecnociencia, la utilización de equipamientos tecnológicos complejos, tanto para la investigación como para la evaluación y la gestión son determinantes (Echeverría, J. y González, M., 2009). En este sentido, Atapuerca no es una excepción; sin las complejas tecnologías requeridas para la documentación de los registros fósiles y sus contextos, y sin los métodos de análisis de las diferentes disciplinas que sustentan el conocimiento de la Paleoecología humana sería imposible inferir el conocimiento sobre nuestro género (Carbonell, E. (coord.), 2005).

Según Echeverría, en el caso de la tecnociencia, la interdependencia entre ciencia y tecnología es prácticamente total. Si los tecnocientíficos pretenden producir un nuevo conocimiento y emprenden acciones científicas para ello (demostrar, calcular, observar, medir, experimentar, etc.), dichas acciones son literalmente inviables sin apoyo tecnológico.

Si nos atenemos a lo expuesto anteriormente, los fundamentos de la teoría tecnocientífica defendida por Javier Echeverría son una herramienta teórica potencial para observar cualitativamente la actividad científica del Proyecto Atapuerca, entendiendo esta teoría como una estructura holística que afecta no solo a la comunidad científica, sino a toda la sociedad y a su funcionamiento (Carbonell, E. y Hortolà, P., 2010).

Desde este breve análisis del enfoque tecnocientífico puede pensarse que Atapuerca es un proyecto de tecnoevolución humana, de la misma manera que Echeverría distingue matemática de tecnomatemática y física de tecnofísica, al tomar en cuenta la transformación que en su práctica cotidiana han sufrido estas disciplinas en los últimos años .

Cabe subrayar entonces que Atapuerca es un ejemplo singular de actividad tecnocientífica, fundamentado en su perspectiva de transformación social desde el avance del conocimiento: sustrato del pensamiento y de la conciencia crítica de especie ; supuesto que ha de permitirnos salir del evolucionismo grosero y del darwinismo social, y desafiar las leyes básicas de la etología (Carbonell, E., 2008).



A partir de la reconstrucción del cráneo de Homo antecesor, descubierto en Gran Dolina, fue elaborada esta recreación en 3D del aspecto que tendría este homínido, incluso le fueron puestos piel y músculos de manera que puede contemplarse en acción mediante un diorama. Esta es una muestra de cómo la informática y las simulaciones marcan el paso de la ciencia a la tecnociencia desde el punto de vista de los lenguajes formales y la metodología (Echeverría, J., 2008).


(Ver números anteriores de publicación anual del Gabinete de Arqueología:
http://es.scribd.com/doc/47967758/Gabinete-de-Arqueologia-Boletin-no-ano-Oficina-del-Historiador-de-la-Ciudad-de-La-Habana)

Notas:

El paleoantropólogo Emiliano Aguirre es considerado el padre del Proyecto Atapuerca por sus aportes científicos y su condición de primer director de las excavaciones de la Sierra de Atapuerca.


Pleistoceno: Período del Cuaternario que se caracteriza por la alternancia de episodios fríos con otros cálidos o templados. Se divide en tres, inferior, que comienza hace 1,8 millones de años, medio y superior, que termina hace aproximadamente 10 000 años (Diez, C., Moral, S. y Navazo, M., 2005).

El principal enunciado que preconizaba la New Archaeology era construir un cuerpo teórico bien establecido capaz de sustentar y guiar la investigación arqueológica y las metodologías técnicas ligadas a ella. Con estas propuestas se pretendía transformar un método de trabajo en una verdadera disciplina científica. (Carbonell, E. y Bermúdez de Castro, J. M., 2004)

Eudald Carbonell: Codirector del Proyecto Atapuerca, director general de la Fundación Atapuerca y director del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES).

José Ma. Bermúdez de Castro: Codirector del Proyecto Atapuerca y director del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).

Juan Luis Arsuaga: Codirector del Proyecto Atapuerca y director del Instituto de Salud Carlos III sobre Evolución y Comportamiento Humanos. Universidad Complutense de Madrid.

Se define a partir de la hipótesis filosófica según la cual sólo hay innovación si algún tipo de valor es satisfecho en mayor grado que en la situación anterior, en este caso de valores epistémicos (avance en el conocimiento). (Echeverría, J., 2008)

Según el mismo autor: el conocimiento difiere de la simple información por haber pasado más filtros evaluativos y por haber sido aceptado y utilizado por alguna comunidad científica. (Echeverría, J., 2008)

El término “tecnociencia” lo usó Bruno Latour en 1983 tan sólo para abreviar la interminable frase de “ciencia y tecnología”. (Echeverría, J. y González, M., 2009).

Tecnoaxiología:Término propuesto por Echeverría con la intención de abarcar una pluralidad de sistemas de valores presentes en la práctica científica contemporánea. (Echeverría, J., 2010)

Paleoecología humana: Es el estudio del clima y de la diversidad vegetal, animal y humana que existió en un ecosistema del pasado (Carbonell, E. y Bermúdez de Castro, J. M., 2004).