viernes, 12 de agosto de 2011

“La socialización de la ciencia es conciencia crítica de especie”



De esta definición parte Eudald Carbonell, uno de los codirectores del Proyecto Atapuerca, al analizar el cambio que han de experimentar las relaciones humanas en el planeta cuando se socialice la revolución científico-técnica (Foto: Alexander Isla)



Por Flor de Paz

Vuelvo otra vez a la Sierra de Atapuerca, donde moró el europeo más antiguo hace 1,3 millones de años; camino junto a Eudald Carbonell en una fría mañana de febrero por los yacimientos que bordean la Trinchera del Ferrocarril. El investigador me actualiza de los últimos acontecimientos científicos en la Sierra, ese espacio que conoce palmo a palmo tras 30 años de labor sobre sus estructuras calizas.

Mientras nos detenemos frente a la Sima del Elefante, el yacimiento donde fue descubierta la mandíbula más antigua de Europa occidental, le pregunto por qué ha funcionado el Proyecto y cómo ha logrado trascender a la sociedad.

“Ponderamos dos objetivos fundamentales: el académico y el de la socialización de los conocimientos que vamos obteniendo. Todo cuanto ocurre en el proceso Atapuerca se hace posible a partir de su equipo de investigación; en él trabajan decenas de profesionales de disciplinas como la biología, la arqueología, la geología y la botánica. Los resultados de esa labor científica conjunta han conllevado a la realización de centenares de publicaciones en revistas especializadas de impacto, que han convertido a Atapuerca en un referente del trabajo sobre evolución humana en el mundo.

“La vocación científica de nuestro colectivo condujo en su momento a la creación de tres instituciones puntales del Proyecto Atapuerca, de las cuales se nutre, en buena medida, el equipo investigador: el Centro Carlos III, en Madrid; el Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH), en Burgos, y el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), en Tarragona. De esta trayectoria tecnocientífica también derivó la construcción del Museo de la Evolución Humana (MEH), de dos centros de interpretación y de una Fundación que apoya a este Proyecto. Es decir –subraya el experto-, contamos con una gran estructura para trabajar sobre el tema de la evolución humana”, explica.

Las respuestas de Eudald se entremezclan con sus reflexiones sobre los yacimientos. Todavía frente a la Sima del Elefante, lecho del europeo más antiguo, el científico habla de las potencialidades del sitio, por la antigüedad de los fósiles que han aparecido allí, a la vez que acentúa la importancia científica y social de los conocimientos que deriven futuros hallazgos en el nivel 9 de este asentamiento.

Al escuchar al catedrático confirmo la visión contemporánea de que los resultados de la investigación científica tienen que ser necesariamente patrimonio activo de la sociedad que los propicia. Quedó atrás aquel paradigma del investigador encerrado en su laboratorio produciendo conocimientos para una élite de estudiosos o para servir de sustento a decisiones políticas. La ciencia y la tecnología son tan sociales como los humanos mismos. Lo demuestra la estrategia socializadora de los conocimientos científicos del Proyecto Atapuerca.

Luego de la publicación de los resultados de nuestras investigaciones en revistas especializadas de impacto, acudimos a los diferentes medios de comunicación y a las tecnologías digitales o impresas, dice Carbonell, para socializar ese conocimiento generado por el equipo investigador; quien considera que este proceso socializador es también una actividad científica, una forma de tecnología social para contribuir a mejorar nuestra proyección como especie.

“El fin es incrementar el conocimiento sobre la evolución humana en la sociedad, lo que significa socializar la conciencia, el pensamiento y la capacidad crítica, a partir de una visión evolutiva de miles de años. Llamo socialización a este accionar, porque se trata de generar pensamiento, actitud crítica, mediante la influencia del conocimiento. Estos son elementos fundamentales para conseguir procesos sociales consistentes. La evolución tiene que ser también un instrumento de formación del comportamiento humano.

“Nuestro origen como género indica el camino que es preciso retomar”, reflexiona Eudald mientras ascendemos por el andamio al nivel 6 de la Gran Dolina (otro de los yacimientos ubicados en la Trinchera), el estrato de Homo antecesor, rico también en herramientas líticas. “Nos hemos desarrollado a través de la socialización tecnológica, en un incremento constante de nuestra sociabilidad, de nuestra articulación como humanos”.

Con la fluidez del conocedor profundo, el arqueólogo describe cómo el continuo interactuar del cerebro y las manos conllevó a que ese órgano evolucionara y se organizara de una forma distinta al del resto de los animales, hasta llegar a una fase en la que emergió la conciencia, y la conciencia de especie como consecuencia de la socialización de la tecnología y de la forma de organizarnos. Sin ese factor tecnológico -el de haber tallado piedras y utilizarlas para obtener más energía del medio- no habría socialización, añade.

“Como hemos sido socializados por la tecnología, ahora lo que nos falta es, precisamente, que esta conciencia tecnológica desarrolle aún más los aspectos sociales del proceso evolutivo. Yo pienso que la evolución humana es el estudio de la adquisición de esta conciencia a través del conocimiento acerca de cómo los humanos nos hemos adaptado al medio”.

Para Eudald Carbonell, esta perspectiva ofrece elementos implícitos en una nueva construcción del ser humano en la que el conocimiento científico es la base del incremento de la socialización. “La posibilidad de que todo el mundo comprenda los fenómenos naturales puede permitirnos una nueva articulación social”.

-Entonces, su concepto de tecnología, además de contemplar el enfoque artefactual, visto desde el surgimiento de las herramientas líticas en el devenir evolutivo, también incluye esa consideración contemporánea que define como tal a los procesos…

-Desde mi punto de vista, una sociedad tecnológica es una sociedad que está evolucionando, en la que la tecnología tiene que ser el eje fundamental de sus relaciones: hemos de ser socializados por la tecnología. Solo de este modo alcanzaremos el máximo potencial de transformación y de adaptación en el planeta de que disponemos los humanos.

“Por ese camino, podemos llegar, incluso, a la autotransformación, pero la tecnología tiene que ser el eje para conseguir recursos de todo tipo, materias primas y conocimientos, y siempre infringiendo el menor daño al medio en las articulaciones de los ecosistemas naturales. La tecnología tiene que servir precisamente para acomodar nuestro crecimiento y nuestra inteligencia. Lo contrario significa hacer un uso primate de ella”.

-¿Cómo debe ocurrir entonces la socialización del conocimiento científico para que tenga lugar esa transformación?

- Digamos que somos gigantes vestidos de enanos. Y eso ha de cambiar. Las relaciones humanas en el planeta tienen que variar cuando se socialice la revolución científico técnica. Los desequilibrios económicos y las desigualdades sociales siempre han existido, pero ahora contamos con la capacidad, el conocimiento, la estrategia y la base científica real, económica y técnica, para que se produzca un cambio. Pienso que la evolución es el motor impulsor del conocimiento que puede dotarnos de capacidad crítica para esas transformaciones. Es un proceso de pensamiento y de transformación evolutiva. La conciencia crítica, por ejemplo, para mí continua siendo el aspecto fundamental de todo este proceso. Si esta conciencia crítica de especie no tiene una fundamentación de base evolutiva, científica, social, de incremento de conocimiento, no puede desarrollarse.

Vamos de vuelta a la entrada de los yacimientos y aunque me cuesta seguirle los pasos a Eudald intento acompasar mi ritmo. Habla bajo y despacio, con la mesura de un incansable predicador evolucionista, y debo de estar muy atenta para no perder el hilo de sus reflexiones. “La conciencia crítica de especie es la capacidad que tenemos los humanos ahora mismo para trabajar por un progreso consciente y una evolución responsable. La socialización de la ciencia es conciencia crítica”, concluye. (Publicada en Canarias-semanal.com)