domingo, 21 de noviembre de 2010

¿Hijos de romances inoportunos?


Investigaciones recientes avalan que Homo sapiens y Homo neanderthalensis se cruzaron y, por lo tanto, tuvieron descendencia. El descubrimiento suscita nuevas expectativas en los estudiosos de la evolución humana y revive los enigmas de la especie extinguida
Por Flor de Paz
La familia neandertal es moderna. Integra a más de cinco individuos y a menos de una docena. Allí donde se establece, sus miembros organizan el hogar, se protegen entre sí, dan calor a sus alimentos y resisten las bajas temperaturas.
Viven durante el pleistoceno medio y superior, entre 200 mil y 30 mil años antes del presente. Cultural y anatómicamente son muy parecidos a los sapiens. Disponen de un pensamiento simbólico; tienen un lenguaje articulado; desarrollan una tecnología compleja; usan el fuego; crean adornos personales y entierran a sus difuntos.
Altos y robustos, los machos miden un promedio de 1,70 metros y las hembras diez centímetros menos. Algunos son pelirrojos y de piel clara. Su capacidad craneal no tiene precedentes en la historia de la evolución humana. Habitan en cuevas o al aire libre; son caníbales, grandes cazadores-recolectores, super carnívoros e, incluso, ensayan formas para preservar la carne de los animales que cazan.
Por su comportamiento adelantado y la manera en que desaparecieron, alrededor de los neandertales han sido tejidas distintas polémicas.
Su coincidencia temporal y espacial con los humanos anatómicamente modernos o cromañones en el escenario pleistocénico euroasiático despierta suspicacia, y no son pocos los que creen que fueron estos los responsables de su extinción.
Pero, “no debe pensarse que los humanos modernos avanzaron de este a oeste como una apisonadora que extinguía a todos los neandertales a su paso. Durante miles de años unos y otros debieron de repartirse el mapa de Europa, formando un mosaico de poblaciones entremezcladas”, apuntan Juan Luis Arsuaga (codirector del Proyecto Atapuerca) e Ignacio Martínez en el libro La especie elegida.
Que neandertales y sapiens hayan tenido contacto es, sin dudas, el núcleo del asunto. Al respecto está sobre la mesa el posible entrecruzamiento de ambas especies, tema al que ha dirigido sus investigaciones un equipo del Instituto Max-Planck, de Antropología Evolutiva, de Leipzig, Alemania, cuyos resultados publicó recientemente la revista Science.
Tus genes en mí
Hallar material genético en fósiles es siempre una labor compleja, entre otras razones por su poca pervivencia en los restos óseos y por el cuidado que merece la conservación de esas riquezas prehistóricas.
Aun así, el equipo alemán encabezado por Svante Pääbo logró realizar el primer examen de ADN sobre huesos de tres individuos neandertales, los cuales comparó con genomas de cinco humanos actuales de África del Sur, África Occidental, Nueva Guinea, China y Francia.
Entre los resultados más importantes los científicos observaron la inexistencia de un aporte significativo de la especie extinguida al patrimonio genético del Homo sapiens.
“Fue moderada, cuando neandertales y sapiens se encontraron en el Medio Oriente, tras la salida de los humanos primitivos de África y antes de que se extendieran hacia Eurasia”, informa Science.
Esta mezcla entre ambas especies es vista por Eudald Carbonell, codirector del Proyecto Atapuerca, como “cruces marginales y probablemente de algunos miles de ejemplares”, según lo escribe en su blog Sapiens del periódico El Mundo.
A la vez, el científico considera como el más interesante resultado del estudio genético el haber podido constatar una vez más que desde hace 80 mil años fueron los especímenes del Próximo Oriente* quienes colonizaron los territorios fuera de África.
Asimismo indica que si estas dos especies pudieron reproducirse fue porque tuvieron un antecesor común muy cercano.
Sin romper la baraja
Un punto de vista diferente acerca del estudio de Pääbo tiene José María Bermúdez de Castro, director del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) y también codirector del Proyecto Atapuerca.
Según opiniones del científico, recogidas en el blog La ciencia es la única noticia, del diario Público, él no es partidario de reescribir toda la historia de la evolución humana. Y dice:
“Los últimos análisis del ADN antiguo de los neandertales sugieren que estos homínidos se cruzaron en el Próximo Oriente con las poblaciones africanas de las que descendemos los humanos, y tuvieron descendencia fértil. De acuerdo con las estimaciones de diferentes estudios del ADN de los neandertales, el linaje de estos y el de los humanos recientes se separaron hace casi un millón de años”. (Ambas especies pertenecen a líneas evolutivas diferentes).
“Sin embargo, las dos poblaciones estaban todavía lo suficientemente próximas en términos filogenéticos como para poder hibridar y producir descendencia fértil. Aunque este fenómeno pudo ser puntual y suceder solo en una región donde coexistieron durante muchos milenios, deberíamos aceptar que neandertales y humanos modernos pertenecemos a la misma especie. Y esta conclusión nos llevaría a una situación embarazosa. La mayoría de las especies del género Homo están más próximas entre sí que los humanos modernos y los neandertales. De ese modo, aunque no podamos extraer ADN de esas especies, todas ellas quedarían bajo sospecha.
“Con sinceridad, no soy partidario de reescribir toda la historia de la evolución humana por culpa de romances inoportunos ocurridos hace entre cien mil y 50 mil años en el Próximo Oriente. Con ingenio y sin romper la baraja, los resultados del equipo de Svante Pääbo podrían ayudarnos a despejar muchas de las incógnitas que aún quedan por resolver”.
Hijos huérfanos
Otro dato reciente acerca de los neandertales fue obtenido mediante un estudio realizado por el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), de Burgos, y la Universidad de Granada.
Mediante el análisis de los dientes de casi todas las especies de homínidos que han existido en los últimos cuatro millones de años, los científicos concluyeron que no parece ser el Homo heidelbergensis el antecesor de los neanderthalensis, según se creía.
“De todas las especies de homínidos que se conocen actualmente, ninguna tiene probabilidades superiores al cinco por ciento de ser la predecesora a los neandertales y al Homo sapiens, por lo que es probable que el último ancestro común de estos dos linajes no se haya encontrado todavía”, advirtió Aida Gómez Robles, autora de la investigación española.
Eudald Carbonell, quien ha dirigido durante 30 años las excavaciones del yacimiento barcelonés de neandertales Abric Romaní, reflexiona: “Desaparecieron en Gibraltar hace 24 mil años, quedan arrinconados allí y se extinguen cuando el sapiens ya ha penetrado por toda Europa. “Este hecho indica cómo se resistieron a la desaparición”. ¿Causas? “Seguramente la desestructuración de sus redes”.
Tal es la dinámica de la ciencia, unas y otras hipótesis entran al ruedo de los conocimientos. Nuevos hallazgos desdicen o confirman descubrimientos anteriores; la base empírica en la cual descansa la ciencia siempre es renovable.
Los neanderthalensis, uno de nuestros parientes más cercanos, son objeto continuo de esta dimensión investigativa, por la constatada presencia de sus restos en toda Europa.

*Se refiere al Medio Oriente.

Sin detener el corazón




El desarrollo de la cirugía cardiovascular en Cuba cosecha frutos significativos. Numerosas instituciones asistenciales del país cuentan con este servicio y la aplicación de procederes conocidos y novedosos acumula una apreciable experiencia en este campo médico. Una muestra de esa evolución es la Sustitución valvular con el corazón latiendo, nueva técnica que se aplica con éxito.


Por Flor de Paz

Una singular técnica operatoria encaminada a la sustitución de las válvulas cardíacas aórtica y mitral por una prótesis mecánica, sin necesidad de parar el corazón para realizarla, se desarrolla desde hace varios años en el Cardiocentro del Hospital Clínico Quirúrgico Hermanos Ameijeiras.
La llamada Sustitución Valvular con el Corazón Latiendo se ha convertido en una práctica habitual dentro de la mencionada institución asistencial y es utilizada para la renovación funcional de estructuras valvulares cardíacas en pacientes que padecen de disfunción ventricular severa, (disminución de la fuerza de contracción) que implica un alto riesgo para la supervivencia.
Aún ante la presencia de diferentes grados de daño cardíaco, la cirugía ha resultado exitosa en la gran mayoría de los pacientes operados con este procedimiento. A estas personas solo les quedaba como única alternativa la de recibir un tratamiento farmacológico mientras esperaran la evolución natural de su enfermedad, y en algunos pacientes que tuvieran indicación médica, un trasplante de corazón, con una precaria calidad de vida que no superaría unos pocos años de existencia.
El proceder se basa en el uso paralelo de la máquina de circulación extracorpórea (sustituye la función cardíaca y respiratoria) durante la operación y en un determinado aporte de sangre oxigenada a temperatura normal como alimentación sanguínea al músculo cardíaco con el fin de que este no detenga su movimiento contráctil, explica el Profesor Luis A. Guevara González, especialista de Segundo Grado en Cirugía Cardiovascular y creador de esta técnica en nuestro país, quien por primera vez realizó esta intervención a un joven paciente con alto riesgo de mortalidad.
"Aquel primer caso, un muchacho de 31 años, decidimos operarlo por consenso del equipo médico de nuestro Cardiocentro y la aprobación del paciente y sus familiares. Salió muy bien de la intervención; en estos momentos hace una vida normal y su corazón ha recobrado la fuerza de contracción, aunque lógicamente se le mantiene un chequeo periódico y un tratamiento medicamentoso que disminuirá con el tiempo".
Según el experto, la idea surgió a partir de una operación anterior "a corazón latiendo" que él ejecutó junto a otro profesor, para el tratamiento de un padecimiento cardíaco diferente.
La aórtica y la mitral entre las más afectadas
Dentro del gran grupo de enfermedades cardiovasculares se encuentran las afecciones de las válvulas cardíacas. Ellas (tricúspide, pulmonar, mitral y aórtica) pueden sufrir estados infecciosos, inflamatorios, degenerativos o congénitos que les causan deterioro o alteraciones estructurales y funcionales.
La válvula aórtica es una de las que con mayor frecuencia resulta dañada. Su función es permitir la salida de la sangre oxigenada del ventrículo izquierdo hacia la arteria aorta para llevarla a todo el organismo, y cualquier defecto en su continua labor crea considerables trastornos. La válvula mitral regula el paso de la sangre oxigenada desde aurícula izquierda al ventrículo izquierdo proveniente del pulmón.
"Estas válvulas puede desarrollar una estenosis (estrechamiento de su área de salida, debido al desarrollo de fibrosis y calcificación en su estructura) o una insuficiencia (impide un buen cierre de la válvula y permite un retroceso de la sangre)", explica el Profesor Guevara González.
Ambas patologías provocan un significativo deterioro de la función del músculo cardíaco, que llega a perder su fuerza impulsora. El paciente empieza a manifestar los signos y síntomas de estas enfermedades valvulares como son mareos, dolores anginosos, falta de aire ante los esfuerzos, tos, pérdida del conocimiento, arritmias, etc. con gran riesgo de sufrir una muerte súbita.
"A veces el enfermo subvalora esos síntomas o recibe una orientación inadecuada y cuando llega al Servicio de Cirugía Cardiovascular ya no puede ser operado, o es extremadamente riesgoso hacerlo, debido al nivel a que ha disminuido la fuerza con que su corazón se contrae para impulsar la sangre; o sea, sufre de una disfunción severa del ventrículo izquierdo.
"Es en estos casos en los que hemos aplicado la técnica del Corazón latiendo para hacer la sustitución de las válvula aórtica y mitral. Esta técnica constituye una opción real, pues de otro modo, operar, implicaría un altísimo riesgo de muerte trans-operatoria al detener el corazón durante la intervención quirúrgica, como hacemos habitualmente".
Contra la corriente
Durante el procedimiento operatorio el paciente es conectado a la máquina de circulación extracorpórea, a la vez se impide que la sangre oxigenada siga el curso normal en su recorrido desde la aorta, a través de los ostium (orificios) coronarios hasta el músculo cardiaco. La sangre oxigenada, a temperatura normal, es administrada con el auxilio de una sonda de perfusión, en sentido contrario, por el seno coronario (estructura anatómica para la salida de sangre no oxigenada). De tal modo, esta sale por donde debiera entrar.
"El objetivo es mantener el movimiento cardíaco y a la vez detener el aporte sanguíneo al corazón por la arteria aorta para poder abrirla, observar la válvula dañada, resecarla e implantar la prótesis con la técnica habitual. Al finalizar este procedimiento, la arteria se sutura y vuelve a recibir normalmente sangre y el corazón no se detuvo en ningún momento", concluye el Doctor Luis Guevara González.







El eminente investigador cubano Carlos Juan Finlay, nacido el 3 de diciembre de 1833 en la ciudad de Camagüey, reveló al mundo una nueva forma de trasmisión de las enfermedades




Por Flor de Paz

El doctor Carlos Juan Finlay Barrés es uno de los hombres que mayor servicio ha prestado a la humanidad. Con su brillante descubrimiento y la aplicación de sus principios epidemiológicos pudo ser erradicada en todo el mundo la mortífera fiebre amarilla urbana. Pero su obra científica es aún más trascendente.
Como creador de la teoría del vector biológico o el hallazgo de una nueva vía de trasmisión de las enfermedades, universalmente denominada doctrina finlaista, hizo posible despejar el sendero por donde transitan todas las patologías que requieren de "un agente, completamente independiente de la enfermedad y del paciente, para trasladar el mal de un afectado a un sano", tal como lo reveló por primer vez el propio Finlay en la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington.
Contaba el sabio en ese momento con 48 años de edad, y había dedicado ya más de dos décadas de su vida al estudio de la fiebre amarilla, desde su graduación en los Estados Unidos, en 1855.
Sin descanso, el científico se consagró al conocimiento de ciencias que le permitirían adentrarse en el fenómeno biológico de la fiebre amarilla. Se autopreparó en ramas del saber como la climatología y la entomología; estudió la entidad desde el punto de vista clínico, bacteriológico, anatomo-patológico y epidemiológico y halló los caminos que lo llevarían a la solución de dos grandes problemas presentes en la medicina de la época: el de concebir una nueva forma de trasmisión de las enfermedades y el de encontrar la manera de demostrarlo.
"Describe en detalle las partes del insecto, sus funciones, y apunta observaciones originales de alto valor... Nos da su historia y distribución geográfica y, ante todo dato que aporta, hace el razonamiento oportuno que lo lleva a su demostración final", escribe Cesar Rodríguez Expósito en la más conocida biografía de Finlay.
Así trabajó el sabio durante su larga existencia, que sobrepasó los ochenta años. La energía vital y talento inherentes a su personalidad no quedaron extinguidos ante el logro de la meta científica: durante una parte importante del final de su vida Finlay se dedicó a la organización de la sanidad pública en Cuba. Sobre la genialidad del incansable investigador y acerca de esta última etapa de su desempeño narra otro de sus historiadores:
"La laboriosidad del Dr. Finlay es pasmosa. En medio del trabajo constante de su profesión y de la producción frecuente de escritos sobre asuntos de Patología y de Terapéutica, en los que se adelanta generalmente a sus compatriotas, como puede verse en sus trabajos sobre la filaria y el cólera, encuentra tiempo por ejemplo, para descifrar un antiguo manuscrito en latín, haciendo acopio de datos en fuentes históricas, heráldicas y filológicas para comprobar que la Biblia en que aparece el escrito hubo de pertenecer al Emperador Carlos V en su retiro de Yuste, o trabaja en la resolución de problemas de ajedrez, de altas matemáticas o de filología; o elabora complicadas y originales teorías sobre el Cosmos en las que figuran hipótesis atrevidas sobre las propiedades de las substancias coloideas y el movimiento en espiral. Más recientemente, en medio de la labor mecánica y cansada de una gran oficina del Estado, y cumplidos ya los setenta años, se familiariza, hasta conocer a fondo toda la doctrina de la inmunidad y las teorías de Metchnikoff, Ehrlich, Muchner, presentando su propia concepción del intrincado problema".
La fiebre amarilla y el Aedes aegypti
Finlay había visto con claridad que el fenómeno de la trasmisión de esta enfermedad requería de la presencia de tres factores: una persona susceptible, un enfermo en el período en el que el virus circula en la sangre y un elemento biológico que llevara el microorganismo del enfermo al sano, después de haber hecho un recorrido en el cuerpo del vector.
Eso no lo había dicho nadie antes. Su hallazgo no se reduce a la identificación de un mosquito que pica y enferma, sino a la revelación de una teoría. El científico parte de los mencionados principios y estudia 600 variedades de mosquitos para llegar a conocer cuál era el trasmisor urbano de la difundida fiebre amarilla y es así como arriba a la conclusión de que solo la hembra del Aedes aegypti era capaz de explicar toda la historia natural de la enfermedad.
Otra de las genialidades de Finlay es haberse dado cuenta de que cuando el mosquito pica extrae un elemento vivo, aunque todavía en ese momento desconocía si se trataba de una bacteria, un protozuario o un virus.
También advirtió que si una persona es picada a los cuatro días de que el insecto chupó sangre enferma, la fiebre amarilla se presenta en una forma leve, pero que si pasa más tiempo la forma es grave, porque va adquiriendo más virulencia.
Finlay, para llegar a su hallazgo, utilizó el método investigativo de ensayo y error, evaluando todas las ideas e hipótesis de su tiempo. Esta elaboración, puramente intelectual, consistió en soslayar el desconocimiento que se tenía del origen o causa de la fiebre amarilla y enlazar los conceptos contagionista y anticontagionista y de enfermo infeccioso y sano susceptible, con la vieja observación de la presencia de insectos durante las epidemias de fiebre amarilla.
Fue un largo proceso que tuvo uno de sus momentos cumbre cuando Finlay hace la exposición completa de su teoría ante la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, en agosto de 1881, mediante el conocido trabajo científico El mosquito hipotéticamente considerado como agente trasmisor de la fiebre amarilla. Allí el investigador muestra una doctrina, con evidencias prácticas implícitas en un grupo de 51 inoculaciones experimentales, perfectamente estudiadas y protocolizadas. Pero aún tendrían que transcurrir otros veinte años para que la confirmación y puesta en práctica de sus principios epidemiológicos hicieran posible la eliminación de la fiebre amarilla en Cuba.
La mortalidad por esta enfermedad fue llevada a cero en el transcurso de los dos años siguientes al 1902 con la erradicación del Aedes aegypti. En 1905, reapareció con 22 defunciones, "pero esta vez la salud pública cubana, bajo la dirección del doctor Finlay, la eliminó definitivamente del país a partir de 1908".*
La cimiente es sembrada por Finlay
Este hombre de ciencias, que en los inicios del siglo XX contaba con alrededor de 70 años de edad, no sólo pudo ver realizado el objetivo al que había dedicado la mayor parte de su existencia, sino que fue denominado en mayo de 1902 como jefe nacional de Sanidad y del Departamento de Sanidad Municipal de La Habana, cargos que desempeñó hasta 1909.
Como auténtico conocedor de las grandes vulnerabilidades a que se exponía la vida y la salud de sus contemporáneos, una de las primeras decisiones que toma es la de cambiar el nombre de la Comisión de Fiebre Amarilla, que él presidía hasta ese momento, por el de Enfermedades Infecciosas, para ampliar así sus funciones al estudio de otras afecciones trasmisibles. Al frente del grupo nombra al doctor Juan Guiteras.
Del mismo modo tomó enérgicas medidas contra la tuberculosis, la fiebre tifoidea puerperal, el paludismo, escarlatina, lepra y cólera. En ese contexto también fue fundado el Dispensario Furbuch y se inició la obra del sanatorio La Esperanza.
Finlay creó las bases de la escuela cubana de higienistas de principios de siglo, que consiguió el alto logro de que posteriormente se elevara a categoría ministerial la organización de salud pública en Cuba.